El conejo de monte (Oryctolagus cuniculus) pertenece a la familia Leporidae y al grupo de los Lagomorfos.
Es una especie originaria de la Península Ibérica, actualmente se encuentra distribuida por todo el mundo.
Constituye uno de los mamíferos salvajes Ibéricos con mayor importancia económica y ecológica, además de ser una de las especies cinegéticas mas buscadas por los cazadores.
Es el único animal cuya domesticación ocurrió en Europa, Francia, siendo el conejo (animal doméstico) una importante fuente de alimento para el hombre. Dado que el origen del conejo bravo es Íberico, este animal presenta unas características genéticas únicas que se desarrollaron durante millares de años. Son estas características genéticas que hacen que los animales autóctonos estén mejor adaptados y sean más resistentes en el lugar al que pertenecen.
La utilización de diversos marcadores genéticos mostró que las poblaciones de conejo bravo de la Península Ibérica, se mantuvieron restringidas a dos núcleos poblacionales aislados entre si, uno en el Norte de España, que dio origen a la subespecie Oryctolagus cuniculus cuniculus y otro en el sudoeste de la Península Ibérica que origino la subespecie Oryctolagus cuniculus algirus. La expansión origino una zona de contacto secundaria entre estas dos subespecies en el centro de la Península Ibérica.
Esta profunda diferenciación genética refleja adaptaciones evolutivas de las poblaciones de conejo bravo a las diferentes condiciones ambientales y sanitarias, pudiendo a lo mejor estar asociada a un cierto grado de asilamiento reproductivo. Por otro lado, las diversas poblaciones de conejo bravo presentan una estructuración genética que refleja también las diferentes adaptaciones que las poblaciones de conejo bravo tuvieron a lo largo de miles de años en sus distintos emplazamientos de la Península Ibérica, por lo que la manutención de estas poblaciones autóctonas es esencial para mantener la capacidad de resistencia a las adversidades ambientales, enfermedades, a los predadores y tener una mayor capacidad de recuperación.
Se hace necesario a día de hoy mantener la pureza genética de las poblaciones de conejo de monte evitando su hibridación con conejos domésticos que han perdido las características de comportamiento salvaje manteniendo su capacidad de recuperación frente a las adversidades. Es nuestra obligación y con ello aseguraremos el futuro de la especie y la conservación de nuestro patrimonio natural.
BIOLOGIA DEL CONEJO DE MONTE
BIOLOGIA
Origen
Actualmente se acepta que el conejo silvestre, Oryctolagus cuniculus, es una especie autóctona de la Peninsula Iberica y que procede del genero fósil Alilepus surgido hace unos 9 o 10 millones de años.
Los restos más antiguos que se conocen del género Oryctolagus como tal, proceden de las excavaciones de Salobreña ( Granada) y datan del Mioceno superior ( hace 6 millones de años). Los niveles eneolíticos del Sur y los del Norte y del Levante de la península Ibérica, y los del sur de Francia, son los más abundantes en restos paleozoológicos, comprobados, de la especie que comentamos. No parece que existan referencias de restos en otras partes del mundo, antes o durante las glaciaciones (Giba 1.990).
El conejo de monte (Oryctolagus cuniculus L.) es un lagomorfo de la familia Leporidae, a la que pertenecen liebres y conejos, que se caracteriza precisamente por su carácter excavador, aspecto al que alude su nombre específico, ya que cuniculus parece ser una voz de origen ibérico que pasó al latín y significa, precisamente, madriguera, vivar (Corominas, 1987).
De tamaño medio (en España, el peso de los adultos suele oscilar entre 800 y 1500 g y en el Reino Unido y Australia llegan a superar los 2 kg) y gran prolificidad, constituye una presa básica para la mayor parte de los carnívoros.
Evolución:
Diversos autores especialistas en Lagomorfos y en Paleozoología citan que los ancestros más antiguos, e inicio del Orden, existieron hace más de 45 millones de años. Pero como verdadero leporino, y primer antepasado directo del conejo, fue el “Alilepus” hace unos 7 millones de años. Momento de presentar unas características dentales, en el tercer premolar, que han ayudado a la clasificación taxonómica.
El primer registro fósil de la especie, Oryctolagus cuniculus, encontrado también en Granada, se le conoce una edad de 900.000 años.
España es una tierra tan vinculada a los conejos que su propio nombre significa Tierra o Costa de Conejos. Unos 1500 años a. C. cuando los fenicios arribaron a las costas Ibéricas quedaron sorprendidos por la gran abundancia de conejos, con el nombre del animal más similar en sus conocidos, los Sapham o damanes, Procavia capensis, que también excavan galerías y viven en colonias. España fue, por ese motivo, llamada I-Saphan-im , lo que significa país o costa de damanes. Este nombre derivaría posteriormente en la terminología romana como Hispan-ia, y de este término España.
Sin embargo 200 años antes de Cristo, corresponde a los romanos la autoría del nombre del propio conejo. El historiador grecorromano Polibios (150 a.C.) fue probablemente el primero que dio nombre a los conejos: los llamo K´yniklos, que parece una helenización del latino “cuniculus”; este as su vez derivaría del propio por el que era conocido entre los iberos. Según Varro y Plinius, a estos animalillos semejantes a las liebres se les llamaba en España cuniculi. En el inicio de nuestra era, probablemente durante la vida de Jesucristo o poco antes, el poeta Cátulo ya calificaba a España con el nombre de Cuniculosa.
El nombre latino del género, Oryctolagus, proviene del griego oruklés, que significa excavador, y lagos, que significa liebre. ( Fuente “Recomendaciones para la mejora de las poblaciones de conejo de monte” Junta de Extremadura)
El origen Ibérico del conejo de monte
El orytolagus, a parte de los domésticos escapados y asilvestrados, se han multiplicado en su forma silvestre, por acción humana, a partir del oeste europeo, su origen, con pocas excepciones. En una parte del cono sur de América, y en unas 600 islas en todos lo mares (introducidos como reservas de carne por los navegantes y balleneros en el siglo XVIII). Asimismo en Australia y Nueva Zelanda, en donde son considerados como una plaga al no existir sus típicos predadores.
La comprobación realizada por análisis del ADN mitocondrial en huesos de hasta 12.000 años, y en conejos actuales, ha demostrado fehacientemente que, por el tipo de ADN mitocondrial más frecuente en lo silvestres y en todas las razas domésticas, todos derivan de conejos originarios de la Peninsula Ibérica. Lugar donde se mantuvieron aislados hasta el inicio de le era actual, expandiendose hacia todas las poblaciones existentes hoy en día. ( Mennerot. 1.995 ).
Según datos paleontológicos, un conejo relativo al conejo europeo (O.c), y directo antecesor del mismo, vivió en toda Europa a principios del Pleistoceno, hace más de 2 millones de años.
Los restos más antiguos de esta especie han sido descubiertos en el sur de la peninsula Ibérica (López-Martínez 1.989).
El cuaternario se caracterizó por sus grandes fluctuaciones climáticas. Las dos últimas glaciaciones, la de Riss y la de Würm, ( entre 200.000 años atrás y los 20.000 aproximadamente), obligaron a los primitivos conejos <<europeos>> a descender ( o quedarse) hacia climas más benignos y se fueron refugiando en la península Ibérica ( Flux, 1983 y 1.992, Fox, 1.990) donde hallaron su óptimo nicho ecológico. Al formarse casi una verdadera isla al tener durante largos periodos de tiempo a los Pirineos completamente helados, impidió, o como mínimo dificulto, que saliesen o entrasen la mayoría de los animales. Por ello los conejos llegaron a adaptarse formando una nueva especie.
En el intervalo entre la Glaciación penúltima (Riss) y la última (Würm) en pleno Paleolitico superior los conejos solo habían alcanzado, aparte toda la península ibérica, el valle del Garona y el Midi francés ( Callou 1.995 ), solo unos 300km encima de los Pirineos.
Taxonomía.
La nomenclatura actual de la Familia Leporidae indica que son 29 las especies de liebres, dentro del único género lepus, y 24 las especies de conejos, dentro de 10 géneros diversos.(Artículo “Evolución y Taxonomia de los lepóridos y el exclusivo origen ibérico de los conejos de monte y los domésticos”. Autor Jaime Camps, Lagomorpha número 111 - 2000).
Subespecies
Tradicionalmente se consideraban dos subespecies: O. cuniculus cuniculus (Linnaeus, 1758), extendido por toda la Península Ibérica, yO. cuniculus huxleyi, conocida también como O. cuniculus algirus (Haeckel, 1874), restringido a Galicia, Portugal, suroeste de España y norte de África. Ésta última subespecie es más primitiva y pequeña que la primera y se supone que su introducción en África se debe a la acción del hombre. Está protegida en las islas del Mediterráneo y Atlántico.
La familia de los Lepóridos presenta en la Península Ibérica dos géneros bien diferenciados, el género Lepus (liebres) y el género Oryctolagus, del que existe una sola especie, Oryctolagus cuniculus (conejo de monte).
El Oryctolagus cuniculus se originó en la Península Ibérica a partir de la especie O. Laynensis. La separación durante las glaciaciones del cuaternario de la especie en dos núcleos aislados, un primer núcleo al suroeste de la Península Ibérica y el segundo al noreste de la misma, produjo la diferenciación de las dos subespecies que se reconocen actualmente: O.c.algirus y O.c.cuniculus.
Durante el período postglacial, las dos subespecies volvieron a contactar en una franja de límites poco nítidos, que divide la Península Ibérica diagonalmente en dos, siguiendo una línea imaginaria noroeste-sureste desde Galicia a Almería.
O. c. cuniculus, la subespecie norteña, se extendió por el resto de Europa y también fue introducida por el hombre al resto del mundo. A partir de esta subespecie se originaron por selección artificial las distintas razas domésticas, presenta una menor diversidad genética.
La subespecie O.c.algirus ha mantenido una mayor diversidad genética, y un menor grado de manejo.
En la banda que del noroeste al sudeste cruza la Península Ibérica, coexisten hibridazas en mayor o menor grado poblaciones de ambas subespecies.
En la actualidad, se admite la existencia de dos subespecies del conejo de monte europeo:
O.c. algirus (Loche, 1858), de tamaño pequeño y característico de la mitad occidental de la Península Ibérica (poblaciones situadas al oeste de una línea imaginaria que uniese La Coruña con Almería), norte de África e islas mediterráneas, y O.c. cuniculus (L. 1758), de mayor tamaño, que ocupa el resto de Europa occidental. La diversidad genética parece ser muy superior en las poblaciones de la subespecie algirus, lo que en principio supondría una ventaja adaptativa frente a perturbaciones graves, y en particular frente enfermedades como la mixomatosis o la hemorragia vírica, que también tienen su propia diversidad genética y capacidad de mutación. ( Fuente . Artículo “Evolución y Taxonomia de los lepóridos y el exclusivo origen ibérico de los conejos de monte y los domésticos”. Autor Jaime Camps, Lagomorpha número 111 - 2000).
Distribución
Era abundante en el Paleolítico, a juzgar por los restos descubiertos en la Península Ibérica.6 En la actualidad, su área de distribución abarca el norte de África y toda Europa hasta Rusia, siendo introducido en muchos lugares del continente con motivos cinegéticos. A lo largo de la Historia también ha sido llevado al estado de Washington (Estados Unidos), Chile, Sudáfrica y Australia, donde los conejos cimarrones se han convertido en la principal plaga del país debido a la ausencia de depredadores y competidores naturales.
Morfológia
Como ya dijimos, el conejo de monte es un mamífero de tamaño medio, cuyos adultos suelen pesar entre 800 y 1500 g en España, aunque no hay diferencias significativas entre sexos.
Parece adaptarse perfectamente a la Ley de Bergmann, ya que el tamaño de sus individuos se incrementa de forma más o menos regular desde el sur hacia el norte. Del mismo modo, como sucede con otros mamíferos, el peso de los adultos parece sufrir variaciones estacionales provocadas por la disponibilidad de alimento de calidad, ya que es máximo en primavera, va descendiendo durante el verano y alcanza el mínimo en otoño, antes de que los pastos herbáceos rebroten con la llegada de las primeras lluvias de esa estación (Soriguer, 1981).
Como corresponde a su carácter de especie-presa, de base de las pirámides tróficas de los ecosistemas en los que vive, el conejo de monte ha adaptado la típica estrategia reproducti- va de la r, que le lleva a sobrevivir gracias a una intensa dinámica reproductiva, que describiremos posteriormente, y un precoz desarrollo de sus jóvenes. De ese modo, a los pocos meses de vida, los conejos jóvenes adquieren no sólo el tamaño de los adultos sino también la capacidad de reproducirse, y eso resulta trascendental para su supervivencia y también para planificar medidas orientadas al fomento de sus poblaciones.
Ecología
El conejo de monte es una especie eurióica, con una muy amplia valencia ecológica, que puede adaptarse a hábitats muy variados, de lo que da fe su amplia distribución actual por todo el mundo. Sin embargo, su óptimo corresponde a paisajes en mosaico, dominados por matorrales o arbustedos, tanto con arbolado como sin él, pero salpicados de pequeñas teselas de pasto herbáceo o cultivo agrícola, que son las que contribuyen a proporcionarle alimento de calidad. En ese hábitat satisface sus necesidades de refugio y alimento. También, como es lógico necesita agua, y con mayor intensidad en el ámbito mediterráneo, donde responde con claridad a su oferta en charcas o bebederos (Fundación CBD-Hábitat, 2006). Sin embargo, es capaz de vivir y ser abundante en zonas de clima árido, como la costa de Murcia y Almería, con precipitaciones inferiores a 180 mm, aprovechando tanto la humedad de las precipitaciones horizontales (rocío) como la incluida en la vegetación que ingiere.
En general, se puede afirmar que las mejores poblaciones españolas de conejo se ubican en territorios con clima mediterráneo, en los pisos termo- y mesomediterráneo (llega, pero con menor abundancia al supramediterráneo y, de forma puntual, al orosubmediterráneo) y con ombroclimas que oscilan entre el semiárido y el subhúmedo (aunque vive desde el árido hasta el hiperhúmedo). No parece ser muy sensible a la continentalidad climática ni a la ordenación estacional de la cuantía de las precipitaciones.
Con relación al sustrato litológico y los suelos, el conejo muestra un comportamiento igualmente eurióico. Puede vivir sobre prácticamente todos los tipos de sustratos y suelos. Sin embargo, la incidencia de la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica virica, unida a la presión de los predadores y los cazadores han hecho que sus mejores poblaciones queden restringidas a aquellos sustratos litológicos y suelos en los que la excavación de madrigueras (vivares) resulta más fácil y en los que, por consiguiente, cuentan con mejores defensas frente a los predadores y mayor capacidad reproductiva. Del resto en muchos casos han llegado a desaparecer o se mantienen en unos niveles mínimos que no les permiten recobrar su abundancia inicial: es la ya mencionada “trampa del predador”. Ello sucede, por ejemplo, sobre sustratos de pizarras, esquistos o cuarcitas, muy abundantes en Extremadura, Andalucía y gran parte de los antiguos dominios del lince ibérico. Los sustratos graníticos (Figura 4.2), las margas, calizas e incluso los yesos resultan los más favorables para el conejo en las circunstancias actuales.
No obstante, es necesario poner de manifiesto que cuando los suelos son profundos y ricos en bases y la topografía es favorable, la actividad agrícola afecta a la práctica totalidad del territorio y dificulta o impide la construcción de vivares y con ello la reproducción del conejo. Ello sucede, por ejemplo, en gran parte de las mesetas de Castilla y León y Castilla-La Mancha y en los vertisuelos andaluces del valle del Guadalquivir.
Las series de vegetación que mejor se adaptan a los requerimientos ecológicos del conejo de monte son las que tienen como etapa más evolucionada comunidades de la clase Quercetea ilicis, tanto en sus variantes de bosque (orden Quercetalia ilicis) como de matorral o arbustedo (orden Pistacio lentisci-Rhamnetalia alaterni). En concreto, sobre sustratos pobres en bases, coinciden con las ya descritas para el hábitat óptimo del lince ibérico.
La vegetación real corresponde al mosaico descrito anteriormente. En él los matorrales y arbustedos desempeñan una labor esencial de oferta de refugio y protección al conejo, aunque también se lo ofrecen a sus predadores. Por ello, y por la proliferación del jabalí, el conejo suele ser escaso en zonas donde esas comunidades son muy cerradas y cubren amplias superficies: el conejo de monte necesita pequeños claros de pastizal o cultivo agrícola. En verano, cuando los pastos herbáceos se agostan, y en invierno, cuando producen muy poco por frío, el conejo llega a depender en buena medida del ramón y los frutos de la vegetación leñosa.
Sin embargo, como luego describiremos, el conejo necesita alimento de calidad para reproducirse, y ello le impide depender exclusivamente del ramón. Por ello, requiere pequeños claros de pastizal o cultivo agrícola, que al menos de forma estacional le proporcionen ese alimento rico en Materias Nitrogenadas Digestibles (MND) que necesita para reproducirse. Por eso, incluso en el medio mediterráneo, el conejo de monte ha sido y sigue siendo una especie estrechamente ligada a la actividad humana; y por eso, entre otras cosas, ha desaparecido o está desapareciendo de aquellos en los que esa actividad o ha desaparecido o casi lo ha hecho, como sucede en muchas fincas de caza mayor o en el ya mencionado Parque Nacional de Doñana.
En el caso de terrenos adehesados, el problema no reside en el exceso de vegetación arbustiva o de matorral, sino en su ausencia, en la escasez de refugio. Por ello, las matas que, pro- cedentes de brotes de raíz, aparecen a menudo en la base de los pies arbóreos, desempeñan una excepcional función de oferta de refugio para el conejo, aunque compitan con la copa del árbol (Figura 4.3). Algo parecido sucede con los pequeños rodales de vegetación arbustiva o de matorral que, a pesar de reducir la superficie de pasto herbáceo, contribuyen a ofrecer refugio tanto al lagomorfo como a la regeneración del arbolado.
En los terrenos dominados por el cultivo agrícola, la presencia de pequeñas manchas de matorral o arbustedo, los setos, ribazos o juncales, desempeñan una labor insustituible de oferta de refugio para el conejo de monte y otras especies de caza menor.
Utilizacion del territorio
Las madrigueras
Anteriormente hemos afirmado que el conejo es un típico estratega de la r; que para subsistir, por selección natural, ha desarrollado una estrategia orientada a reproducirse con la mayor precocidad, rapidez y eficiencia posibles. También hemos afirmado que esa actividad reproductora está estrechamente ligada a la construcción de vivares, que también le proporcionan refugio frente a los predadores y un microclima menos extremado que el del exterior.
Por eso, en la situación actual, con la presión brutal de las dos enfermedades víricas que le afectan con intensidad, y con la de los predadores, que proporcionalmente son cada vez más abundantes (sus poblaciones probablemente se mantengan o incrementen, pero las de conejo disminuyen), la única esperanza de conseguir poblaciones abundantes de conejo es garantizar una oferta adecuada de vivares o refugios que desempeñen una función similar. Sin embargo, dados los procedimientos de transmisión de las enfermedades que afectan al lagomorfo
(por parásitos y vía aerógena), los vivares constituyen lugares propicios para que se produzca esa transmisión. Por ello, el conocimiento de la ubicación y las características esenciales de los vivares resulta de una importancia trascendental para el fomento de las poblaciones de conejo y, por consiguiente, la recuperación del lince ibérico.
Las características de los vivares varían con el tipo de suelo y dependen de la compleja organización jerárquica de las poblaciones de conejo. Sus aspectos más importantes han sido descritos en España por Soriguer (1981), Silvestre et al. (2004) y Gea et al. (2005), entre otros, por lo que ahora nos limitaremos a resaltar los aspectos de mayor relevancia.
En general, la ubicación de los vivares tiende a centrarse cerca del ecotono matorral o arbustedopastizal o cultivo agrícola, buscando algún tipo de protección física: rocas, árboles, arbustos (Figura4.4). Del mismo modo, evita los lugares fácilmente inundables, en los que los gazapos perecerían por ahogamiento, así como los que son objeto de cultivo agrícola.
En el vivar o madriguera vive una comunidad de conejos, generalmente de carácter poligínico, con una compleja pero estricta jerarquía, tanto entre machos como entre hembras. Así, sólo las hembras dominantes (generalmente de 1 a 3) crían en el interior del vivar, excavando nuevas cámaras de cría antes de cada parto, lo que se puede observar por la extracción de tierra (Figura 4.5), mientras que las dominadas a veces se ven obligadas a iniciar la apertura de pequeños nuevos vivares (gazaperas) en las proximidades (Mykytowycz, 1959). En esas gazaperas, que a menudo consisten simplemente en una pequeña galería y una cámara de cría, ellas paren y alimentan una vez al día a sus crías, retornando posteriormente al vivar, donde viven. Como cabe suponer, las gazaperas son objeto de excavación y predación con mucha mayor facilidad que los verdaderos vivares, y cuando los suelos no son suficientemente profundos y los predadores (jabalí incluido) son abundantes, su éxito reproductivo es prácticamente nulo (Figura 4.6). Cuando las crías nacidas en la gazapera son suficientemente grandes para trasladarse al vivar principal, lo hacen, y permanecen en él hasta que su desarrollo corporal y sexual y la presión de los adultos dominantes les obligan a iniciar la dispersión. A partir de las tres semanas de edad, cuando empiezan a tomar alimento sólido, es frecuente que los gazapos se asomen a las bocas de los vivares e incluso que salgan por sus proximidades (Figura 4.7). De ese modo, por medio de sus deyecciones se puede detectar la presencia o ausencia de crías en esos vivares.
La dispersión es un proceso esencial en la configuración y estabilización de las poblaciones de conejo, contribuye a incrementar su diversidad genética y garantiza un flujo permanente de información entre comunidades próximas (Webb et al., 1995). Sin embargo, constituye la etapa más peligrosa de su vida, ya que la supervivencia del conejo se fundamenta en un conocimiento muy detallado de su espacio vital, lo que hace que la tasa de mortalidad de
los individuos dispersantes sea extremadamente alta. Por ello, resulta de especial importancia garantizar una adecuada oferta de refugio en las proximidades de los mejores núcleos reproductores de conejo y en las cercanías de los lugares donde se lleven a cabo repoblaciones con el lagomorfo. La dispersión afecta muy mayoritariamente a conejos jóvenes, de entre 3 y 5 meses de edad, “gazapones” que han adquirido un tamaño corporal similar al de los adultos y, así mismo, la madurez sexual, pero que todavía tienen muy poca experiencia en su nuevo hábitat y en prevenir los ataques de los predadores. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los movimientos dispersivos los realizan los machos, que llegan a desplazarse hasta 1.500 m desde el vivar de origen (Parer, 1982), distancia que disminuye cuando la presencia de refugio adecuado es menor (Vitale, 1989). Por lo tanto, será necesario que la mayor parte de las actuaciones de fomento del conejo y en especial los refugios, se concentren en el entorno del área de actuación o de las zonas de buena densidad de conejo (hasta 300-500 m). Esto contribuirá a disminuir las distancias de dispersión y el consecuente riesgo de predación.
El conejo de monte suele marcar su territorio tanto con señales olfativas como con letrinas o cagarruteros (acúmulos de excrementos) y escarbaduras superficiales del suelo, generalmente acompañadas de orina y algunas heces. También, dada la intensa actividad digestiva
del lagomorfo, es habitual encontrar excrementos más o menos dispersos o concentradas en pequeños grupos, que no tienen esa finalidad de marcaje del territorio, pero que dan una idea de la preferencia del conejo por diferentes tipos de hábitat. En ambos casos, esas concentraciones de heces pueden ser utilizadas para detectar la presencia de la especie y estimar su grado de abundancia poblacional
Comportamiento y Actividad
La elevada productividad natural de la especie está compensada con la altísima mortalidad, especialmente por la mortalidad producida por el hombre, por las enfermedades y por la predación natural.
Para evitar esta mortalidad, la especie presenta una serie de características morfológicas y ha desarrollado pautas de comportamiento específicas para disminuir la predación como son: la coloración críptica, su gran capacidad auditiva, la presencia de ojos que permiten un amplio campo de visión y que están adaptados a condiciones de escasez de luz. Además, presenta una actividad fundamentalmente crepuscular para evitar a las rapaces diurnas, a las rapaces nocturnas y a los carnívoros. Se alimentan en grupos y cooperan en la vigilancia. En función de los predadores existentes, del momento del día y de las características de la vegetación que le rodea, el conejo utiliza los ecotonos entre las áreas de refugio y las de alimentación, seleccionando hábitat con cobertura vegetal elevada a lo largo del día y zonas aclaradas durante la noche, con el fin de evitar a los diferentes predadores.
Dinámica de las poblaciones
Las principales causas de mortalidad no inducidas por el hombre en esta especie son las enfermedades y la predación natural, si bien accidentes como inundaciones pueden ser importantes en momentos o áreas concretas. Estos factores de mortalidad afectan en mayor medida a los conejos juveniles. En áreas sin influencia humana, se estima que el 75% de los conejos juveniles son predados, y que lo son más fácilmente que los adultos, los cuales han adquirido experiencia en evitar el riesgo de predación. Por otro lado los adultos son menos susceptibles a la mixomatosis, al haber ido adquiriendo inmunidad a lo largo de su vida. Una vez que un conejo llega a adulto puede vivir entre 2 y 7 años, si bien las tasas de mortalidad anual son elevadas, por lo que una parte importante de los conejos que llegan al período reproductor son conejos nacidos en ese mismo año, con menos de un año de edad.
El equilibrio entre la reproducción y la mortalidad de esta especie determina las fluctuaciones de su abundancia a lo largo del año. Durante el período reproductor tiene lugar el incremento de la abundancia poblacional a pesar de la fuerte mortalidad que sufren los juveniles. Este es el momento que menor mortalidad sufren los conejos adultos, ya que los predadores desvían su actividad hacia los juveniles. Con el cese de la reproducción y como los factores de mortalidad siguen actuando, la abundancia poblacional desciende rápidamente durante el verano, hasta alcanzar los niveles del mínimo anual, incrementándose entonces la mortalidad de los conejos adultos en el otoño y el invierno.
Una alta supervivencia juvenil significa una población en crecimiento y una tasa de supervivencia juvenil baja significa a población que declina.
La especie se encuentra en su óptimo en poblaciones que pueden alcanzar elevadísimas densidades de hasta 40 individuos por hectárea, por lo que llega a considerarse como una especie plaga, capaz de alterar de forma importante el medio.
Actualmente se acepta que el conejo silvestre, Oryctolagus cuniculus, es una especie autóctona de la Peninsula Iberica y que procede del genero fósil Alilepus surgido hace unos 9 o 10 millones de años.
Los restos más antiguos que se conocen del género Oryctolagus como tal, proceden de las excavaciones de Salobreña ( Granada) y datan del Mioceno superior ( hace 6 millones de años). Los niveles eneolíticos del Sur y los del Norte y del Levante de la península Ibérica, y los del sur de Francia, son los más abundantes en restos paleozoológicos, comprobados, de la especie que comentamos. No parece que existan referencias de restos en otras partes del mundo, antes o durante las glaciaciones (Giba 1.990).
El conejo de monte (Oryctolagus cuniculus L.) es un lagomorfo de la familia Leporidae, a la que pertenecen liebres y conejos, que se caracteriza precisamente por su carácter excavador, aspecto al que alude su nombre específico, ya que cuniculus parece ser una voz de origen ibérico que pasó al latín y significa, precisamente, madriguera, vivar (Corominas, 1987).
De tamaño medio (en España, el peso de los adultos suele oscilar entre 800 y 1500 g y en el Reino Unido y Australia llegan a superar los 2 kg) y gran prolificidad, constituye una presa básica para la mayor parte de los carnívoros.
Evolución:
Diversos autores especialistas en Lagomorfos y en Paleozoología citan que los ancestros más antiguos, e inicio del Orden, existieron hace más de 45 millones de años. Pero como verdadero leporino, y primer antepasado directo del conejo, fue el “Alilepus” hace unos 7 millones de años. Momento de presentar unas características dentales, en el tercer premolar, que han ayudado a la clasificación taxonómica.
El primer registro fósil de la especie, Oryctolagus cuniculus, encontrado también en Granada, se le conoce una edad de 900.000 años.
España es una tierra tan vinculada a los conejos que su propio nombre significa Tierra o Costa de Conejos. Unos 1500 años a. C. cuando los fenicios arribaron a las costas Ibéricas quedaron sorprendidos por la gran abundancia de conejos, con el nombre del animal más similar en sus conocidos, los Sapham o damanes, Procavia capensis, que también excavan galerías y viven en colonias. España fue, por ese motivo, llamada I-Saphan-im , lo que significa país o costa de damanes. Este nombre derivaría posteriormente en la terminología romana como Hispan-ia, y de este término España.
Sin embargo 200 años antes de Cristo, corresponde a los romanos la autoría del nombre del propio conejo. El historiador grecorromano Polibios (150 a.C.) fue probablemente el primero que dio nombre a los conejos: los llamo K´yniklos, que parece una helenización del latino “cuniculus”; este as su vez derivaría del propio por el que era conocido entre los iberos. Según Varro y Plinius, a estos animalillos semejantes a las liebres se les llamaba en España cuniculi. En el inicio de nuestra era, probablemente durante la vida de Jesucristo o poco antes, el poeta Cátulo ya calificaba a España con el nombre de Cuniculosa.
El nombre latino del género, Oryctolagus, proviene del griego oruklés, que significa excavador, y lagos, que significa liebre. ( Fuente “Recomendaciones para la mejora de las poblaciones de conejo de monte” Junta de Extremadura)
El origen Ibérico del conejo de monte
El orytolagus, a parte de los domésticos escapados y asilvestrados, se han multiplicado en su forma silvestre, por acción humana, a partir del oeste europeo, su origen, con pocas excepciones. En una parte del cono sur de América, y en unas 600 islas en todos lo mares (introducidos como reservas de carne por los navegantes y balleneros en el siglo XVIII). Asimismo en Australia y Nueva Zelanda, en donde son considerados como una plaga al no existir sus típicos predadores.
La comprobación realizada por análisis del ADN mitocondrial en huesos de hasta 12.000 años, y en conejos actuales, ha demostrado fehacientemente que, por el tipo de ADN mitocondrial más frecuente en lo silvestres y en todas las razas domésticas, todos derivan de conejos originarios de la Peninsula Ibérica. Lugar donde se mantuvieron aislados hasta el inicio de le era actual, expandiendose hacia todas las poblaciones existentes hoy en día. ( Mennerot. 1.995 ).
Según datos paleontológicos, un conejo relativo al conejo europeo (O.c), y directo antecesor del mismo, vivió en toda Europa a principios del Pleistoceno, hace más de 2 millones de años.
Los restos más antiguos de esta especie han sido descubiertos en el sur de la peninsula Ibérica (López-Martínez 1.989).
El cuaternario se caracterizó por sus grandes fluctuaciones climáticas. Las dos últimas glaciaciones, la de Riss y la de Würm, ( entre 200.000 años atrás y los 20.000 aproximadamente), obligaron a los primitivos conejos <<europeos>> a descender ( o quedarse) hacia climas más benignos y se fueron refugiando en la península Ibérica ( Flux, 1983 y 1.992, Fox, 1.990) donde hallaron su óptimo nicho ecológico. Al formarse casi una verdadera isla al tener durante largos periodos de tiempo a los Pirineos completamente helados, impidió, o como mínimo dificulto, que saliesen o entrasen la mayoría de los animales. Por ello los conejos llegaron a adaptarse formando una nueva especie.
En el intervalo entre la Glaciación penúltima (Riss) y la última (Würm) en pleno Paleolitico superior los conejos solo habían alcanzado, aparte toda la península ibérica, el valle del Garona y el Midi francés ( Callou 1.995 ), solo unos 300km encima de los Pirineos.
Taxonomía.
La nomenclatura actual de la Familia Leporidae indica que son 29 las especies de liebres, dentro del único género lepus, y 24 las especies de conejos, dentro de 10 géneros diversos.(Artículo “Evolución y Taxonomia de los lepóridos y el exclusivo origen ibérico de los conejos de monte y los domésticos”. Autor Jaime Camps, Lagomorpha número 111 - 2000).
GENERO
|
ESPECIES
|
ÁREA DE DISTRIBUCIÓN
|
LEPUS
|
29
|
Eurasia, África y Norteamérica
|
ORYCTOLAGUS
|
1
|
Oeste de Europa y Noroeste de África
|
SYLVILAGUS
|
13
|
Norteamérica y la mitad Norte de Sudamérica
|
CAPROLAGUS
|
1
|
Norte de la India
|
BONOLAGUS
|
1
|
Sudáfrica
|
POELAGUS
|
1
|
África Central
|
PRONOLAGUS
|
3
|
Sudáfrica
|
PENTALAGUS
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1
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Isla de Amami (Japón)
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ROMEROLAGUS
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1
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México
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NESOLAGUS
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1
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Isla de Sumatra
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BRACHYLAGUS
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1
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Parte Noroeste de E.U.A.
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54
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Subespecies
Tradicionalmente se consideraban dos subespecies: O. cuniculus cuniculus (Linnaeus, 1758), extendido por toda la Península Ibérica, yO. cuniculus huxleyi, conocida también como O. cuniculus algirus (Haeckel, 1874), restringido a Galicia, Portugal, suroeste de España y norte de África. Ésta última subespecie es más primitiva y pequeña que la primera y se supone que su introducción en África se debe a la acción del hombre. Está protegida en las islas del Mediterráneo y Atlántico.
La familia de los Lepóridos presenta en la Península Ibérica dos géneros bien diferenciados, el género Lepus (liebres) y el género Oryctolagus, del que existe una sola especie, Oryctolagus cuniculus (conejo de monte).
El Oryctolagus cuniculus se originó en la Península Ibérica a partir de la especie O. Laynensis. La separación durante las glaciaciones del cuaternario de la especie en dos núcleos aislados, un primer núcleo al suroeste de la Península Ibérica y el segundo al noreste de la misma, produjo la diferenciación de las dos subespecies que se reconocen actualmente: O.c.algirus y O.c.cuniculus.
Durante el período postglacial, las dos subespecies volvieron a contactar en una franja de límites poco nítidos, que divide la Península Ibérica diagonalmente en dos, siguiendo una línea imaginaria noroeste-sureste desde Galicia a Almería.
O. c. cuniculus, la subespecie norteña, se extendió por el resto de Europa y también fue introducida por el hombre al resto del mundo. A partir de esta subespecie se originaron por selección artificial las distintas razas domésticas, presenta una menor diversidad genética.
La subespecie O.c.algirus ha mantenido una mayor diversidad genética, y un menor grado de manejo.
En la banda que del noroeste al sudeste cruza la Península Ibérica, coexisten hibridazas en mayor o menor grado poblaciones de ambas subespecies.
En la actualidad, se admite la existencia de dos subespecies del conejo de monte europeo:
O.c. algirus (Loche, 1858), de tamaño pequeño y característico de la mitad occidental de la Península Ibérica (poblaciones situadas al oeste de una línea imaginaria que uniese La Coruña con Almería), norte de África e islas mediterráneas, y O.c. cuniculus (L. 1758), de mayor tamaño, que ocupa el resto de Europa occidental. La diversidad genética parece ser muy superior en las poblaciones de la subespecie algirus, lo que en principio supondría una ventaja adaptativa frente a perturbaciones graves, y en particular frente enfermedades como la mixomatosis o la hemorragia vírica, que también tienen su propia diversidad genética y capacidad de mutación. ( Fuente . Artículo “Evolución y Taxonomia de los lepóridos y el exclusivo origen ibérico de los conejos de monte y los domésticos”. Autor Jaime Camps, Lagomorpha número 111 - 2000).
Distribución
Era abundante en el Paleolítico, a juzgar por los restos descubiertos en la Península Ibérica.6 En la actualidad, su área de distribución abarca el norte de África y toda Europa hasta Rusia, siendo introducido en muchos lugares del continente con motivos cinegéticos. A lo largo de la Historia también ha sido llevado al estado de Washington (Estados Unidos), Chile, Sudáfrica y Australia, donde los conejos cimarrones se han convertido en la principal plaga del país debido a la ausencia de depredadores y competidores naturales.
Morfológia
Como ya dijimos, el conejo de monte es un mamífero de tamaño medio, cuyos adultos suelen pesar entre 800 y 1500 g en España, aunque no hay diferencias significativas entre sexos.
Parece adaptarse perfectamente a la Ley de Bergmann, ya que el tamaño de sus individuos se incrementa de forma más o menos regular desde el sur hacia el norte. Del mismo modo, como sucede con otros mamíferos, el peso de los adultos parece sufrir variaciones estacionales provocadas por la disponibilidad de alimento de calidad, ya que es máximo en primavera, va descendiendo durante el verano y alcanza el mínimo en otoño, antes de que los pastos herbáceos rebroten con la llegada de las primeras lluvias de esa estación (Soriguer, 1981).
Como corresponde a su carácter de especie-presa, de base de las pirámides tróficas de los ecosistemas en los que vive, el conejo de monte ha adaptado la típica estrategia reproducti- va de la r, que le lleva a sobrevivir gracias a una intensa dinámica reproductiva, que describiremos posteriormente, y un precoz desarrollo de sus jóvenes. De ese modo, a los pocos meses de vida, los conejos jóvenes adquieren no sólo el tamaño de los adultos sino también la capacidad de reproducirse, y eso resulta trascendental para su supervivencia y también para planificar medidas orientadas al fomento de sus poblaciones.
Ecología
El conejo de monte es una especie eurióica, con una muy amplia valencia ecológica, que puede adaptarse a hábitats muy variados, de lo que da fe su amplia distribución actual por todo el mundo. Sin embargo, su óptimo corresponde a paisajes en mosaico, dominados por matorrales o arbustedos, tanto con arbolado como sin él, pero salpicados de pequeñas teselas de pasto herbáceo o cultivo agrícola, que son las que contribuyen a proporcionarle alimento de calidad. En ese hábitat satisface sus necesidades de refugio y alimento. También, como es lógico necesita agua, y con mayor intensidad en el ámbito mediterráneo, donde responde con claridad a su oferta en charcas o bebederos (Fundación CBD-Hábitat, 2006). Sin embargo, es capaz de vivir y ser abundante en zonas de clima árido, como la costa de Murcia y Almería, con precipitaciones inferiores a 180 mm, aprovechando tanto la humedad de las precipitaciones horizontales (rocío) como la incluida en la vegetación que ingiere.
En general, se puede afirmar que las mejores poblaciones españolas de conejo se ubican en territorios con clima mediterráneo, en los pisos termo- y mesomediterráneo (llega, pero con menor abundancia al supramediterráneo y, de forma puntual, al orosubmediterráneo) y con ombroclimas que oscilan entre el semiárido y el subhúmedo (aunque vive desde el árido hasta el hiperhúmedo). No parece ser muy sensible a la continentalidad climática ni a la ordenación estacional de la cuantía de las precipitaciones.
Con relación al sustrato litológico y los suelos, el conejo muestra un comportamiento igualmente eurióico. Puede vivir sobre prácticamente todos los tipos de sustratos y suelos. Sin embargo, la incidencia de la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica virica, unida a la presión de los predadores y los cazadores han hecho que sus mejores poblaciones queden restringidas a aquellos sustratos litológicos y suelos en los que la excavación de madrigueras (vivares) resulta más fácil y en los que, por consiguiente, cuentan con mejores defensas frente a los predadores y mayor capacidad reproductiva. Del resto en muchos casos han llegado a desaparecer o se mantienen en unos niveles mínimos que no les permiten recobrar su abundancia inicial: es la ya mencionada “trampa del predador”. Ello sucede, por ejemplo, sobre sustratos de pizarras, esquistos o cuarcitas, muy abundantes en Extremadura, Andalucía y gran parte de los antiguos dominios del lince ibérico. Los sustratos graníticos (Figura 4.2), las margas, calizas e incluso los yesos resultan los más favorables para el conejo en las circunstancias actuales.
No obstante, es necesario poner de manifiesto que cuando los suelos son profundos y ricos en bases y la topografía es favorable, la actividad agrícola afecta a la práctica totalidad del territorio y dificulta o impide la construcción de vivares y con ello la reproducción del conejo. Ello sucede, por ejemplo, en gran parte de las mesetas de Castilla y León y Castilla-La Mancha y en los vertisuelos andaluces del valle del Guadalquivir.
Las series de vegetación que mejor se adaptan a los requerimientos ecológicos del conejo de monte son las que tienen como etapa más evolucionada comunidades de la clase Quercetea ilicis, tanto en sus variantes de bosque (orden Quercetalia ilicis) como de matorral o arbustedo (orden Pistacio lentisci-Rhamnetalia alaterni). En concreto, sobre sustratos pobres en bases, coinciden con las ya descritas para el hábitat óptimo del lince ibérico.
La vegetación real corresponde al mosaico descrito anteriormente. En él los matorrales y arbustedos desempeñan una labor esencial de oferta de refugio y protección al conejo, aunque también se lo ofrecen a sus predadores. Por ello, y por la proliferación del jabalí, el conejo suele ser escaso en zonas donde esas comunidades son muy cerradas y cubren amplias superficies: el conejo de monte necesita pequeños claros de pastizal o cultivo agrícola. En verano, cuando los pastos herbáceos se agostan, y en invierno, cuando producen muy poco por frío, el conejo llega a depender en buena medida del ramón y los frutos de la vegetación leñosa.
Sin embargo, como luego describiremos, el conejo necesita alimento de calidad para reproducirse, y ello le impide depender exclusivamente del ramón. Por ello, requiere pequeños claros de pastizal o cultivo agrícola, que al menos de forma estacional le proporcionen ese alimento rico en Materias Nitrogenadas Digestibles (MND) que necesita para reproducirse. Por eso, incluso en el medio mediterráneo, el conejo de monte ha sido y sigue siendo una especie estrechamente ligada a la actividad humana; y por eso, entre otras cosas, ha desaparecido o está desapareciendo de aquellos en los que esa actividad o ha desaparecido o casi lo ha hecho, como sucede en muchas fincas de caza mayor o en el ya mencionado Parque Nacional de Doñana.
En el caso de terrenos adehesados, el problema no reside en el exceso de vegetación arbustiva o de matorral, sino en su ausencia, en la escasez de refugio. Por ello, las matas que, pro- cedentes de brotes de raíz, aparecen a menudo en la base de los pies arbóreos, desempeñan una excepcional función de oferta de refugio para el conejo, aunque compitan con la copa del árbol (Figura 4.3). Algo parecido sucede con los pequeños rodales de vegetación arbustiva o de matorral que, a pesar de reducir la superficie de pasto herbáceo, contribuyen a ofrecer refugio tanto al lagomorfo como a la regeneración del arbolado.
En los terrenos dominados por el cultivo agrícola, la presencia de pequeñas manchas de matorral o arbustedo, los setos, ribazos o juncales, desempeñan una labor insustituible de oferta de refugio para el conejo de monte y otras especies de caza menor.
Utilizacion del territorio
Las madrigueras
Anteriormente hemos afirmado que el conejo es un típico estratega de la r; que para subsistir, por selección natural, ha desarrollado una estrategia orientada a reproducirse con la mayor precocidad, rapidez y eficiencia posibles. También hemos afirmado que esa actividad reproductora está estrechamente ligada a la construcción de vivares, que también le proporcionan refugio frente a los predadores y un microclima menos extremado que el del exterior.
Por eso, en la situación actual, con la presión brutal de las dos enfermedades víricas que le afectan con intensidad, y con la de los predadores, que proporcionalmente son cada vez más abundantes (sus poblaciones probablemente se mantengan o incrementen, pero las de conejo disminuyen), la única esperanza de conseguir poblaciones abundantes de conejo es garantizar una oferta adecuada de vivares o refugios que desempeñen una función similar. Sin embargo, dados los procedimientos de transmisión de las enfermedades que afectan al lagomorfo
(por parásitos y vía aerógena), los vivares constituyen lugares propicios para que se produzca esa transmisión. Por ello, el conocimiento de la ubicación y las características esenciales de los vivares resulta de una importancia trascendental para el fomento de las poblaciones de conejo y, por consiguiente, la recuperación del lince ibérico.
Las características de los vivares varían con el tipo de suelo y dependen de la compleja organización jerárquica de las poblaciones de conejo. Sus aspectos más importantes han sido descritos en España por Soriguer (1981), Silvestre et al. (2004) y Gea et al. (2005), entre otros, por lo que ahora nos limitaremos a resaltar los aspectos de mayor relevancia.
En general, la ubicación de los vivares tiende a centrarse cerca del ecotono matorral o arbustedopastizal o cultivo agrícola, buscando algún tipo de protección física: rocas, árboles, arbustos (Figura4.4). Del mismo modo, evita los lugares fácilmente inundables, en los que los gazapos perecerían por ahogamiento, así como los que son objeto de cultivo agrícola.
En el vivar o madriguera vive una comunidad de conejos, generalmente de carácter poligínico, con una compleja pero estricta jerarquía, tanto entre machos como entre hembras. Así, sólo las hembras dominantes (generalmente de 1 a 3) crían en el interior del vivar, excavando nuevas cámaras de cría antes de cada parto, lo que se puede observar por la extracción de tierra (Figura 4.5), mientras que las dominadas a veces se ven obligadas a iniciar la apertura de pequeños nuevos vivares (gazaperas) en las proximidades (Mykytowycz, 1959). En esas gazaperas, que a menudo consisten simplemente en una pequeña galería y una cámara de cría, ellas paren y alimentan una vez al día a sus crías, retornando posteriormente al vivar, donde viven. Como cabe suponer, las gazaperas son objeto de excavación y predación con mucha mayor facilidad que los verdaderos vivares, y cuando los suelos no son suficientemente profundos y los predadores (jabalí incluido) son abundantes, su éxito reproductivo es prácticamente nulo (Figura 4.6). Cuando las crías nacidas en la gazapera son suficientemente grandes para trasladarse al vivar principal, lo hacen, y permanecen en él hasta que su desarrollo corporal y sexual y la presión de los adultos dominantes les obligan a iniciar la dispersión. A partir de las tres semanas de edad, cuando empiezan a tomar alimento sólido, es frecuente que los gazapos se asomen a las bocas de los vivares e incluso que salgan por sus proximidades (Figura 4.7). De ese modo, por medio de sus deyecciones se puede detectar la presencia o ausencia de crías en esos vivares.
La dispersión es un proceso esencial en la configuración y estabilización de las poblaciones de conejo, contribuye a incrementar su diversidad genética y garantiza un flujo permanente de información entre comunidades próximas (Webb et al., 1995). Sin embargo, constituye la etapa más peligrosa de su vida, ya que la supervivencia del conejo se fundamenta en un conocimiento muy detallado de su espacio vital, lo que hace que la tasa de mortalidad de
los individuos dispersantes sea extremadamente alta. Por ello, resulta de especial importancia garantizar una adecuada oferta de refugio en las proximidades de los mejores núcleos reproductores de conejo y en las cercanías de los lugares donde se lleven a cabo repoblaciones con el lagomorfo. La dispersión afecta muy mayoritariamente a conejos jóvenes, de entre 3 y 5 meses de edad, “gazapones” que han adquirido un tamaño corporal similar al de los adultos y, así mismo, la madurez sexual, pero que todavía tienen muy poca experiencia en su nuevo hábitat y en prevenir los ataques de los predadores. Hay que tener en cuenta que la mayor parte de los movimientos dispersivos los realizan los machos, que llegan a desplazarse hasta 1.500 m desde el vivar de origen (Parer, 1982), distancia que disminuye cuando la presencia de refugio adecuado es menor (Vitale, 1989). Por lo tanto, será necesario que la mayor parte de las actuaciones de fomento del conejo y en especial los refugios, se concentren en el entorno del área de actuación o de las zonas de buena densidad de conejo (hasta 300-500 m). Esto contribuirá a disminuir las distancias de dispersión y el consecuente riesgo de predación.
El conejo de monte suele marcar su territorio tanto con señales olfativas como con letrinas o cagarruteros (acúmulos de excrementos) y escarbaduras superficiales del suelo, generalmente acompañadas de orina y algunas heces. También, dada la intensa actividad digestiva
del lagomorfo, es habitual encontrar excrementos más o menos dispersos o concentradas en pequeños grupos, que no tienen esa finalidad de marcaje del territorio, pero que dan una idea de la preferencia del conejo por diferentes tipos de hábitat. En ambos casos, esas concentraciones de heces pueden ser utilizadas para detectar la presencia de la especie y estimar su grado de abundancia poblacional
Comportamiento y Actividad
La elevada productividad natural de la especie está compensada con la altísima mortalidad, especialmente por la mortalidad producida por el hombre, por las enfermedades y por la predación natural.
Para evitar esta mortalidad, la especie presenta una serie de características morfológicas y ha desarrollado pautas de comportamiento específicas para disminuir la predación como son: la coloración críptica, su gran capacidad auditiva, la presencia de ojos que permiten un amplio campo de visión y que están adaptados a condiciones de escasez de luz. Además, presenta una actividad fundamentalmente crepuscular para evitar a las rapaces diurnas, a las rapaces nocturnas y a los carnívoros. Se alimentan en grupos y cooperan en la vigilancia. En función de los predadores existentes, del momento del día y de las características de la vegetación que le rodea, el conejo utiliza los ecotonos entre las áreas de refugio y las de alimentación, seleccionando hábitat con cobertura vegetal elevada a lo largo del día y zonas aclaradas durante la noche, con el fin de evitar a los diferentes predadores.
Dinámica de las poblaciones
Las principales causas de mortalidad no inducidas por el hombre en esta especie son las enfermedades y la predación natural, si bien accidentes como inundaciones pueden ser importantes en momentos o áreas concretas. Estos factores de mortalidad afectan en mayor medida a los conejos juveniles. En áreas sin influencia humana, se estima que el 75% de los conejos juveniles son predados, y que lo son más fácilmente que los adultos, los cuales han adquirido experiencia en evitar el riesgo de predación. Por otro lado los adultos son menos susceptibles a la mixomatosis, al haber ido adquiriendo inmunidad a lo largo de su vida. Una vez que un conejo llega a adulto puede vivir entre 2 y 7 años, si bien las tasas de mortalidad anual son elevadas, por lo que una parte importante de los conejos que llegan al período reproductor son conejos nacidos en ese mismo año, con menos de un año de edad.
El equilibrio entre la reproducción y la mortalidad de esta especie determina las fluctuaciones de su abundancia a lo largo del año. Durante el período reproductor tiene lugar el incremento de la abundancia poblacional a pesar de la fuerte mortalidad que sufren los juveniles. Este es el momento que menor mortalidad sufren los conejos adultos, ya que los predadores desvían su actividad hacia los juveniles. Con el cese de la reproducción y como los factores de mortalidad siguen actuando, la abundancia poblacional desciende rápidamente durante el verano, hasta alcanzar los niveles del mínimo anual, incrementándose entonces la mortalidad de los conejos adultos en el otoño y el invierno.
Una alta supervivencia juvenil significa una población en crecimiento y una tasa de supervivencia juvenil baja significa a población que declina.
La especie se encuentra en su óptimo en poblaciones que pueden alcanzar elevadísimas densidades de hasta 40 individuos por hectárea, por lo que llega a considerarse como una especie plaga, capaz de alterar de forma importante el medio.
ALIMENTACION
El conejo es un herbívoro oportunista, que varía su alimentación en función de las características del medio.
Su sistema digestivo presenta mecanismos de cecotrofia y coprografia para un mejor aprovechamiento del alimento ingerido, mediante un doble tránsito del alimento por el tubo digestivo. Este mecanismo es especialmente eficaz para su nutrición cuando el alimento es escaso o de muy pobre calidad, lo que le sitúa en una posición ventajosa frente a otras especies de herbívoros a la hora de colonizar habitas marginales o soportar de forma transitoria condiciones ambientales adversas.
Para vivir, el conejo puede alimentarse de brotes de plantas herbáceas, raíces, especies arbustivas e incluso arbóreas (hojas y cortezas), sin embargo para alcanzar su máximo potencial reproductivo las hembras dependen en gran medida de las leguminosas y de las gramíneas, alimento con un elevado contenido proteico y agua. Durante la lactancia de los gazapos las conejas necesitan ingerir vegetales ricos en agua.
Las hembras sólo ovulan e inician su periodo de gestación cuando la calidad de su dieta es suficientemente alta; en concreto, cuando la proteína digestible supera un determinado umbral (Villafuerte et al., 1997). En concreto, ese umbral ha sido situado por numerosos autores en un 17% de Proteína Bruta o Materias Nitrogenadas Totales (Blas, 1989), umbral que superan la mayoría de las leguminosas, tanto en su fase de crecimiento vegetativo como en las de inicio de floración y floración, pero al que sólo llegan las gramíneas durante su fase de crecimiento vegetativo, ya que al iniciarse la floración, el porcentaje de proteína cae muy por debajo de lo que demandan las conejas de cría. De hecho, si la calidad de la dieta se reduce mucho o si hay problemas de estrés, son capaces de reabsorber sus propios fetos incluso después de superado el 75% del periodo de gestación.
Los lagomorfos (conejos y liebres) son fitófagos que, por selección natural, han desarrollado dos sistemas para aprovechar con la máxima eficiencia los recursos de los que se alimentan, y también para adaptar a ellos su reproducción. Es por ello de vital importancia para el fomento de sus poblaciones.
Principios fisiológicos de la digestión del conejo
El conejo está considerado como una especie monogástrica, es decir, con un solo estómago, al igual que los cerdos, las aves y los carnívoros.
Sin embargo, su fisiología digestiva es mixta, encontrándose más cerca de los rumiantes o los caballos que de los monogástricos propiamente dichos.
Si en todas las especies animales, incluida la especie humana, existe una flora intestinal normal, cuyo equilibrio es esencial para la salud del individuo, en los rumiantes, équidos y lepóridos -conejos y liebres- esta situación llega al extremo.
En las especies herbívoras, y las citadas anteriormente lo son, la flora intestinal tiene una función básica en la digestión de la fibra, que va a constituir un aporte importante -en los rumiantes esencial- de la energía que el animal necesita. Los microorganismos presentes en la panza de los rumiantes producen ácidos grasos volátiles que aportan energía directamente al hospedador, y además suponen una fuente de proteína una vez que pasan de la panza hacia el cuajar. Cualquier alteración en la composición del alimento o en la salud del animal van a dar lugar a un desequilibrio entre las especies que componen la flora del rumen ocasionando problemas digestivos.
En el conejo el ciego es el órgano equivalente al rumen. El ciego es una cuba de fermentación donde la flora simbiótica del conejo fermenta y aprovecha los nutrientes que el intestino delgado no ha sido capaz de absorber. En el caso del conejo, la flora cecal no es tan importante como aporte de nutrientes para el animal como en los rumiantes, aunque mediante la cecotrofia el conejo es capaz de aprovechar algunas proteínas y vitaminas, especialmente del grupo B. Los ácidos grasos volátiles –AGV- producidos en el ciego por las bacterias celulolíticas son absorbidos por las paredes del ciego y del colon, pasando a la sangre directamente y aprovechándose como fuente de energía. La energía procedente de los AGV puede llegar a suponer el 40 % de la energía de mantenimiento del animal.
Esta capacidad de aprovechamiento de alimentos fibrosos de bajo contenido en nutrientes surge como mecanismo de supervivencia del conejo silvestre en un medio con pocos recursos alimenticios. Por eso cuando mantenemos conejos de monte en cautividad tenemos que tener cuidado en suministrarles alimentos ricos en energía y proteína, corremos el riesgo de que una mayor cantidad de estos nutrientes lleguen al ciego, den lugar a fermentaciones anormales y provoquen problemas digestivos.
Equilibrio en la flora intestinal del conejo
La flora digestiva del conejo podemos dividirla en tres tipos bien diferenciados: la flora acidófila del estómago, la flora del intestino delgado y la flora cecal.
El estómago del conejo tiene un pH entre 1 y 3, lo que hace difícil la existencia de microorganismos. Sin embargo mantiene una población de bacterias acidófilas capaces de actuar tanto sobre los alimentos, como sobre los cecotrofos. En este caso actúan favoreciendo la digestión y provocando la destrucción de las bacterias presentes en los mismos, de manera que son aprovechadas como fuente de proteínas por el animal.
La flora presente en el intestino delgado es similar a la de otros monogástricos y está formada por bacterias aerobias y anaerobias, con presencia de coliformes, lactobacilos y otras enterobacteriáceas. Esta flora saprofita en condiciones normales vive en las criptas de las vellosidades intestinales, aprovechan los nutrientes del alimento, y es sobre estas bacterias sobre las que actúan los promotores de crecimiento clásicos, controlando su población, especialmente de las bacterias Gram +, dejando más nutrientes disponibles para el animal.
La flora cecal es muy compleja, estando formada fundamentalmente por bacterias anaerobias, difíciles de cultivar en el laboratorio -bacteroides, bífidobacterias, estreptococos, enterobacterias y clostridios. La flora cecal sí tiene una función positiva para el animal hospedador, porque las bacterias celulolíticas rompen la fibra produciendo AGV, utilizan la proteína no digerida para formar proteína microbiana y en su metabolismo producen vitaminas liposolubles. Todos estos nutrientes serán posteriormente asimilados por el conejo a través de la ingestión de cecotrofos. (Artículo equilibrio en la flora intestinal del conejo)
Implantación de la flora intestinal
Los gazapos nacen prácticamente libres de gérmenes porque estos no son capaces de atravesar la barrera placentaria. Las primeras bacterias que van a colonizar el intestino del animal entran por vía oral a partir de los pezones de la coneja, la leche y el contacto con el material del nido.
Los primeros días de vida el estómago del conejo tiene un desarrollo proporcionalmente mayor que el ciego debido a su condición de lactante, sin embargo a partir del inicio de consumo de pienso (alimento) el ciego se desarrolla rápidamente. En las primeras semanas los microorganismos predominantes en el aparato digestivo son bacteroides anaerobios estrictos.
A partir de los 15 días se desarrolla la flora cecal, se estabilizan las bacterias amilolíticas y aumentan las celulolíticas, reduciéndose los colibacilos.
Poco a poco la flora saprofita va colonizando el intestino del conejo, pero es a partir del inicio de la ingestión de pienso (alimento) sólido cuando se va a implantar la flora cecal capaz de romper las fibras y de aprovechar la celulosa. Esta colonización se va produciendo por oleadas y va cambiando progresivamente hasta que se llega a la flora definitiva del adulto, mucho más adaptada y en equilibrio que la de los gazapos jóvenes.
El desarrollo de esta flora definitiva coincide también con el desarrollo progresivo de la capacidad digestiva y de producción de enzimas del gazapo, lo que va a condicionar el desarrollo de la población cecal. El aumento de bacterias celulolíticas, amilolíticas, etc. va a depender de que estos nutrientes estén presentes en el ciego, no apareciendo en cantidades significativas en animales alimentados exclusivamente con leche.
Antes del destete el gazapo pasa de una alimentación láctea, rica en grasas, proteínas y azúcares muy digestibles, a ingerir alimentos sólidos ricos en fibra, almidón y proteína de origen vegetal. Estos componentes van a estimular el desarrollo de la producción de proteasas y amilasas, pero mientras este desarrollo madura se produce una baja digestibilidad de la proteína y del almidón, llegando estos en exceso al ciego. La situación se agrava al destete, en el que bruscamente se suprime la alimentación láctea y surgen los primeros problemas digestivos.
Tenemos que tener presente que esto supone una adaptación a la zona donde se va ha desarrollar y los cambios de alimentación pueden suponer serios problemas intestinales.
Los cecotrofos están recubiertos por mucus y son almacenados durante un tiempo en el estómago. El mucus los protege de la acción de los ácidos gástricos, produciéndose en su interior una fermentación láctica antes de pasar al intestino.
(Artículo la implantación de la flora intestinal del conejo)
La importancia de la alimentación del conejo
Una buena alimentación, una dieta rica en proteína digestible, permite incrementar la productividad de las poblaciones de conejos y liebres y, por consiguiente, las posibilidades cinegéticas del territorio que se gestiona.
La capacidad de ingestión del conejo varía, como en el resto de los animales, con su peso metabólico (peso elevado a 0,75) y con su fenología. En el conejo doméstico oscila entre los 39 g/día al mes de vida, cuando se produce habitualmente el destete (la producción de leche cae 5-10 días antes del parto y el periodo de gestación dura 30 días) y los 190 g a los 100 días, cuando ya se puede considerar prácticamente adulto (Blas, 1989). Estableciendo las proporciones correspondientes a las diferencias de peso metabólico y considerando la influencia que tiene el contenido en fibra de la dieta en la ingestión (Blas, 1989), se podría estimar que, como media, un conejo de monte adulto puede ingerir entre 100 y 150 g/día de Materia Seca.
Sin embargo, en el caso de las hembras de cría, las fluctuaciones en la ingesta son muy notables, desde los 100 g/día inmediatamente antes del parto hasta unos 400 en el momento de máxima producción de leche, unos 20 días tras el parto (Blas, 1989). En el caso de las conejas de monte, hechas las correcciones mencionadas, podríamos estimar unos consumos respectivos de 60 g/día en el mínimo, antes del parto, y 240 g/día en el máximo del periodo de lactación. De ese modo, una buena población de conejos, que llegue a los 10 individuos/ha en los momentos mejores y baje hasta los 2 en los peores puede consumir unos 250 kg/ha de Materia Seca, una cantidad relativamente pequeña, ya que equivale a la quinta parte de lo que produce una dehesa media. Sin embargo, los problemas de alimentación de las poblaciones de conejos no son de cantidad sino de calidad y distribución temporal de la oferta de alimento herbáceo de calidad.
Las principales fuentes de alimento de que dispone el conejo de monte son habitualmente los pastos herbáceos naturales, generalmente pastizales, los cultivos agrícolas y la vegetación leñosa. Los pastos herbáceos naturales proporcionan alimento de calidad en primavera al florecer y secarse pierden la mayor parte de su calidad nutritiva –y otoño, tras las primeras lluvias de esa estación, si se producen pronto. Luego, el descenso de las temperaturas ralentiza el crecimiento de la hierba, y la oferta invernal de los pastos naturales es de alta calidad, pero muy escasa. A los cultivos agrícolas les sucede algo similar, aunque obviamente existen diferencias dependientes de su tipología.
Trébol subterráneo, y tres gramíneas, dactilo y cebada o avena, comparada con las necesidades mínimas de una coneja de cría. Como se puede observar, las leguminosas siempre superan el umbral necesario para la cría, pero las gramíneas sólo lo hacen durante la fase de crecimiento vegetativo. Datos bromatológicos tomados de Blas et al. (1986).
En general, las siembras de cereal son utilizadas a finales de invierno, cuando el alimento natural escasea y las siembras han adquirido una biomasa aceptable, y en verano, cuando el grano ha madurado y los pastos herbáceos naturales están agostados. En esa época, cortan las cañas y consumen el grano en el suelo (Muñoz-Igualada, 2005). Si las siembras son de leguminosas, son utilizadas también en primavera y pueden consumir los henascos y las semillas durante el verano. La vegetación leñosa ofrece un alimento abundante, pero de calidad muy mediocre, que sólo es utilizado por el conejo cuando el alimento herbáceo es escaso o de muy baja calidad: en verano e invierno. En concreto, el conejo ramonea con intensidad las hojas y ramillos de las plantas leñosas más palatables y menos ricas en defensas químicas, como la encina o la coscoja, y es bien conocida su preferencia por las semillas de leguminosas (retama, carretones, tréboles), así como por las bellotas, que consume con avidez en otoño, especialmente si las lluvias llegan tarde y el rebrote otoñal de la hierba se retrasa (Zamora et al.,1985)
Dada su vulnerabilidad frente al ataque de predadores cuando se encuentra al descubierto, el conejo de monte no suele realizar grandes desplazamientos para alimentarse. Así, existen estimaciones de radios de acción de 300 m (Cooke, 1981) y de territorios medios de 2,5 ha (Calvete et al., 1997). Como es obvio, ello debe ser tenido en cuenta a la hora de planificar actuaciones orientadas al fomento de las poblaciones del lagomorfo.( Fuente fundacion CDB-Hábitat.
También es importante tener en cuenta que el conejo no se limita a consumir la biomasa aérea; también, si existen esas altas densidades, excava buscando las semillas enterradas en el suelo y de ese modo puede llegar a agotar el banco de las correspondientes a las especies de mayor calidad (generalmente leguminosas), con lo que el pasto termina por degradarse. ( Fuente Fundación CDB-Hábitat).
La permanencia de los gazapos en el entorno próximo a la madriguera natal con el que se encuentran familiarizados, ayuda a disminuir el riesgo de depredación asociado al forrajeo en el exterior. Los gazapos, menos experimentados que los adultos, presentarían una menor y más lenta capacidad de detección del depredador y de posterior respuesta al ataque. Por ello, la permanencia en las proximidades del refugio constituye una técnica antidepredatoria encaminada a compensar las deficiencias de la respuesta del gazapo ante un eventual peligro. Así, a medida que los individuos vayan adquiriendo mayor experiencia y conocimiento del entorno, se irán alejando más de la madriguera accediendo a nuevas zonas.
El uso diferencial del espacio por el conejo podría tener otra función además de la anti-depredatoria. La dispersión de los conejos durante la alimentación promueve una utilización más homogénea de la vegetación (Vastrade, 1987), lo que permitiría a la especie maximizar el uso del pastizal, evitando esquilmar las zonas más próximas a las madrigueras, que constituyen el alimento de los gazapos más pequeños.
Por otro lado, la menor tasa de forrajeo y por tanto, la menor presencia de fecas, en zonas más alejadas de la madriguera, podría deberse, no sólo al menor número de conejos que se alimentan en el área, sino también a la disminución de la tasa individual de consumo debido al incremento de la vigilancia en zonas más expuestas y alejadas del refugio (McAdoo et al. 1987).( Sara serrano)
La dieta del conejo
Los estudios de caracterización de la dieta del conejo silvestre efectuados en distintos países ponen de manifiesto las enormes diferencias en la alimentación de la especie según la zona y el periodo estacional. Sin embargo, los resultados sí permiten hablar de una tendencia a consumir fundamentalmente plantas de la familia de las Gramíneas y Compuestas, cuando se encuentran disponibles. Entre estos estudios cabe destacar los realizados por Williams et al. (1974) en el Reino Unido, Bhadresa (1977) en Inglaterra, Chapuis (1979) en el norte y Rogers (1979) en el sur de Francia, Soriguer (1988) en España y Wallage-Drees (1989) en Holanda.
Asimismo, se ha comprobado cómo las distintas partes de las plantas varían su valor nutritivo a lo largo del año. Estas variaciones repercuten en cambios en la dieta del conejo que selecciona las partes vegetales de mayor calidad y compensa la disminución del alimento con un incremento en el consumo (Rogers, 1979).
Sin embargo, y a pesar de los numerosos estudios de caracterización de la dieta del conejo, es poco lo que se conoce acerca del comportamiento alimentario y el aprovechamiento real de los nutrientes de la especie en condiciones silvestres. En el trabajo de Sara Serrano se presentan los resultados referentes a la selección y aprovechamiento por el conejo de los macro y micro nutrientes presentes en el pastizal extremeño que le sirven de alimento.
Se concluye en ese estudio que el conejo, en primavera, consume básicamente la vegetación más disponible, primando la cantidad sobre la calidad del alimento. Se cumple así la teoría enunciada por Bell (1971) y Janis (1976) que defiende que la selectividad trófica de un fitófago viene determinada por la relación calidad/cantidad del recurso, tal que, cuando existe una gran cantidad de alimento, el conejo será menos selectivo, y será en condiciones de escasez de alimento cuando seleccione las especies vegetales con un mayor aporte nutritivo y menos fibra.
Los resultados del estudio de alimentación confirman la teoría enunciada por Bell (1971) y Janis (1976) según la cual la selectividad trófica de un herbívoro viene determinada básicamente por la relación calidad/cantidad del recurso. Así, el conejo silvestre consume, en primavera, la vegetación más disponible en el medio, lo que se traduce en una dieta basada fundamentalmente en plantas de la familia Gramineae (> 75% de la dieta). La dominancia de las gramíneas en la dieta del conejo ha sido ya descrita en previos trabajos (Chapuis, 1980, Soriguer, 1988, Martins et al., 2002, de Campos, 2003).
A la vista de los resultados obtenidos ( en el trabajo de Sara Serrano), este consumo de gramíneas en primavera no se debe a un desplazamiento de la dieta del conejo por competencia ínter específica con herbívoros de mayor porte, como sugiere Soriguer (1983ª, 1988) para las poblaciones de Doñana, sino a su eficacia en el aprovechamiento de los nutrientes. La especie maximiza la energía asimilable y la proteína consumida por un doble vía. Por un lado realiza una doble selección de nutrientes en el forrajeo, positiva en el caso de la proteína y negativa en el de la fibra. En primavera las gramíneas aún son tiernas y no presentan las concentraciones elevadas de fibra que las caracterizan cuando alcanzan mayor madurez. Sin embargo la excreción de fibra conlleva la eliminación de un porcentaje importante de proteína que se haya asociada a la pared celular vegetal (Eggum, 1992) reduciéndose el aprovechamiento energético. Por ello, consumir las plantas o partes de las mismas con mayor concentración proteica, a la vez que se evita en cierta medida el consumo excesivo de fibra (celulosa y hemicelulosa) constituye un mecanismo eficaz de maximizar la asimilación y aprovechamiento energético del alimento.
Siguiendo la teoría de Bell y Janis, es esperable que a mediados o finales de verano, la alimentación del conejo se vuelva más selectiva debido a la disminución de la biomasa vegetal fresca. En esta época la calidad del pastizal se reduce drásticamente. El menor crecimiento de la vegetación, unido a la acción del ganado y otros herbívoros, actuarían disminuyendo sensiblemente la disponibilidad y calidad del pastizal, reduciendo el contenido proteínico e incrementando la fibra en el pastizal restante. La respuesta del conejo a esta pérdida de calidad del alimento disponible sería un forrajeo más selectivo, dirigido hacia especies vegetales o partes de las mismas con mayor contenido proteico (Butet et al., 1989).
La segunda vía la constituye la excreción activa del exceso de fibra a través de fecas altamente enriquecidas en celulosa y hemicelulosa.
Si bien la cecotrofia en el conejo era un fenómeno conocido, recientemente se han observado fenómenos de ingesta de fecas duras (Hirakawa, 2001). Las fecas duras, producidas durante la noche, son básicamente producto de desecho de la digestión, sin embargo su masticación y reingestión reduce las partículas grandes difícilmente digeribles en otras más finas buenas para la fermentación. Así, mientras la ingestión de los cecotrofos ayuda a aumentar la digestibilidad de las especies vegetales ingeridas, el consumo ocasional de las fecas duras permitiría al conejo sobrevivir un tiempo sin alimento, lo que dota a la especie de una flexibilidad y ventajas ecológicas únicas. (Sara Serrano)
EL HABITAT DEL CONEJO DE MONTE
La distribución territorial del conejo.
El conejo se encuentra presente en toda la Península Ibérica, pero son las comunidades situadas al sur de de la misma las que presentan una mayor abundancia de sus poblaciones.
Es una especie adaptable y de amplia distribución, pero existen una serie de factores tanto físicos como ecológicos que condicionan su presencia y especialmente la existencia de poblaciones abundantes o con densidades elevadas, es decir, los conejos no están repartidos al azar, ni regularmente, sino que existe un patrón espacial en su distribución, que está asociada a los habitas o paisajes preferidos por la especie. La diversidad existente en el medio natural condiciona la distribución del conejo, que en consecuencia es muy irregular, es frecuente que en algunas zonas haya elevadas densidades y en otras próximas su densidad sea muy pequeña o no exista.
Influencia de las variables ambientales sobre la abundancia de conejos.
De acuerdo con los diferentes estudios realizados sobre el hábitat del conejo, los factores del medio que influyen en la abundancia de las poblaciones de conejo son:
El clima
El clima influye en la abundancia del conejo, y dentro de las variables climáticas son dos, la temperatura y las precipitaciones, las que condicionan la abundancia de la especie. La relación de la temperatura y las precipitaciones con el conejo es una relación compleja.
En relación con la temperatura, se sabe que las mayores densidades de las poblaciones de conejo se alcanzan en las zonas más cálidas y especialmente donde las temperaturas estivales son elevadas, con una temperatura media del mes de agosto entorno a los 25º C, por tanto las zonas óptimas se encuentran en la mitad meridional de la Península Ibérica.
En relación con las precipitaciones, las densidades de las poblaciones de conejo disminuyen cuando aumentan las precipitaciones y de forma muy especial las precipitaciones estivales. Las precipitaciones estivales suponen un límite a la abundancia del conejo, parece que actúan sobre los conejos de forma indirecta, influyendo sobre aspectos ligados a la transmisión de sus enfermedades. Las densidades más elevadas de conejos se dan con precipitaciones medias anuales menores de 500 mm. y sequía estival.
Considerando ambas variables de forma conjunta, se puede establecer:
Altitud sobre el nivel del mar.
Como se ha manifestado la abundancia de conejo se ve limitada por el frío y las precipitaciones.
El descenso de las temperaturas con la altitud y la latitud supone que no encontremos generalmente poblaciones abundantes de conejo por encima de los 1.000m.
Presencia de agua
Presentan una clara preferencia por zonas que presenten cursos de agua en las proximidades, con distancias no superiores a los 500m.
Relieve
Las mayores abundancias de conejo se encuentran en terrenos con relieve ondulado y llano y las menores, en zonas escabrosas y en zonas con fuerte pendiente.
El suelo.
Puede haber conejos en cualquier tipo de suelo, pero los conejos son mucho más abundantes en lugares donde predominan los suelos poco cohesionados, fácilmente
excavables y que permite la construcción de madrigueras, pero que no se desmoronen con facilidad. Disminuyendo su abundancia a medida que los suelos son más compactos y más difícilmente excavables.
Su presencia es reducida en suelos pedregosos y es prácticamente nula en zonas rocosas, salvo que en estos casos existan recovecos entre las piedras, en donde pueda encontrar refugio. Una variante humana sería los majanos, montones de piedra procedentes del despedregado de los terrenos, muy frecuentes en terrenos calizos, en los cuales encuentran refugio los conejos.
El suelo es uno de los principales factores que limitan la abundancia de conejos. En general, en suelos graníticos en donde el suelo es favorable las poblaciones pueden alcanzar elevadas densidades, por el contrario en suelos de origen calizo las poblaciones se mantienen en densidades pequeñas.
Cubierta forestal, arbolado y matorral. Fracción de cabida cubierta.
La cubierta de matorral y arbolado está relacionada con las necesidades de refugio de la especie. La cubierta de árboles y matorral se estima mediante el porcentaje de suelo bajo cubierta, la fracción de cabida cubierta. Las mayores densidades de las poblaciones de conejo están relacionadas con una cierta fracción de cabida cubierta pero limitada a valores comprendidos entre el 25 y el 50%. Dentro de esta de fracción de cabida cubierta se encuentran las dehesas, hábitat donde se pueden encontrar elevadas densidades de conejo.
A partir de esos valores y a medida que aumenta la fracción de cabida cubierta disminuyen las densidades poblacionales, y sus valores menores se dan en los medios cerrados con valores de fracción de cabida cubierta muy elevados. Es evidente la ausencia del conejo en las grandes extensiones de pinar, o en las manchas cerradas del monte mediterráneo. En este caso, los escasos conejos presentes se concentran entorno a caminos, cortaderos, comederos de caza y otros claros.
Puede existir abundancia de conejos aunque no se alcance la referida fracción de cabida cubierta, siempre que un terreno adecuado permita la existencia de un gran número de madrigueras.
Cubierta de pastizal, de cultivos y suelos descubiertos
La presencia de cultivos y pastizales es necesaria para proporcionar alimento al conejo.
La abundancia de conejos está relacionada positivamente con la presencia de estos tres tipos de usos del suelo.
La presencia de los cultivos es conveniente para que se alcancen densidades muy elevadas de conejos, porque proporcionan alimentación en calidad y cantidad suficiente. La existencia de cultivos agrícolas extensivos a tres hojas, con parte del terreno ocupado por los cultivos anuales de cereal, parte por los barbechos y parte por el erial, cubre las necesidades de alimentación de los conejos, a lo largo del ciclo anual.
Otro factor a tener en cuenta es la distribución de pastizales o cultivos, las zonas de alimentación, con respecto al matorral que es la zona de refugio, el hecho de que ambas zonas se encuentran intercaladas, formando un mosaico de pequeñas parcelas, favorece la presencia y abundancia del conejo.
Presencia de ganado doméstico y especies de caza mayor
Existe competencia por el alimento de los ungulados domésticos y silvestres con el conejo. Los ungulados domésticos y silvestres son muy poco selectivos en su pastoreo y pueden consumir cantidades elevadas de pasto y reducen en una elevada proporción la biomasa herbácea, que en su ausencia quedaría disponible para los conejos.
Cuando existe sobrepastoreo, su efecto es reducir la capacidad de carga del medio para los conejos y poner un límite a su crecimiento.
El efecto del abandono de la agricultura tradicional.
El análisis de la distribución y abundancias históricas del conejo, indican que el conejo está relacionado negativamente con el abandono del campo. Es difícil encontrar una población de conejos en lugares donde ha habido abandono rural y, en el caso de encontrarla, su abundancia es baja. El abandono del campo está ligado a un determinado tipo de paisaje, desaparición de las zonas de cultivo y ocupación de todo el territorio por el matorral y arbolado, que favorece a las especies de caza mayor frente a las de caza menor y supone la rarefacción o incluso la desaparición local de la especie.
A través de estudios de dieta, se comprueba que el conejo selecciona las leguminosas y gramíneas, especialmente durante la época de reproducción, lo cual puede explicar la relación del conejo con los cultivos de secano.
El abandono de cultivos en áreas marginales, consecuencia del abandono del medio rural, ha originado la pérdida de cultivos y pastos y su posterior colonización por el matorral (salvo en el caso de la existencia de sobrepastoreo) creando medios muy cerrados sin recursos tróficos aptos para el conejo.
Por otro lado, la concentración parcelaria y la tendencia a los monocultivos derivada de las políticas agrarias comunitarias, ha eliminado pequeñas áreas de refugio, linde, setos, bosquetes, arroyos y la vegetación de ribera. En este caso, la ausencia de zonas de refugio impide la presencia de la especie.
En conjunto, existe una tendencia a la homogeneización del territorio y de los paisajes agrarios, bien sea forestal o bien sea agrícola, nada idóneos para la especie.
El hábitat óptimo del conejo de monte
La distribución de las densidades relativas del conejo, se explican en gran parte por las características del suelo y del clima. En las regiones frías de montaña, los conejos son muy escasos. Lo mismo ocurre en las zonas calizas: con suelos duros y pedregosos es difícil que los conejos sean abundantes.
El terreno óptimo para la especie serían aquellos con climas secos y calurosos en la época estival, con suelos blandos y que permita excavar madrigueras, situados a una altitud variable, pero menor de 1.000 metros sobre el nivel del mar. Precipitaciones otoñales, invernales y primaverales que permitan una elevada producción vegetal durante el periodo reproductor. Terrenos ondulados o llanos, atravesados por un arroyo, con una fracción de cabida cubierta del 25 al 50% de matorral y arbolado para refugio de los conejos, y el resto por pastizal, cultivos y suelo descubierto. Este paisaje favorece la presencia de ecotonos entre las diferentes estructuras del paisaje citadas, que optimizan el esfuerzo dedicado a la alimentación y minimizan el riesgo de ser predados, al ser cortos los recorridos entre los lugares de refugio y de alimentación. Los cultivos serían los propios de la agricultura tradicional extensiva de secano, con un cultivo de cereal a tres hojas. Puede haber ganado y especies de caza mayor siempre que no haya un sobrepastoreo.
La influencia de la agricultura extensiva en las poblaciones de conejo ha sido siempre muy favorable, con pequeñas parcelas de cultivo, la alternancia de diferentes cultivos, los ecotonos monte-cultivo. Esta estructura en mosaico es el hábitat idóneo de la especie
¿Qué distancia pueden recorrer durante su actividad normal?
El área de campeo varía considerablemente con el sexo, época, densidad poblacional y disponibilidad de alimento, oscilando entre las 0,05 y las 7 Ha. Las hembras suelen tener un área menor de campeo que los machos. Durante la época de reproducción el área de campeo es menor que durante el resto del año, expandiéndose cuando cesa la reproducción o cuando los recursos se van haciendo más escasos. El aumento de la densidad poblacional reduce el área de campeo de cada individuo y el territorio del grupo. Los conejos adultos raramente abandonan el territorio en el que han criado por primera vez, mientras que los principales desplazamientos son llevados a cabo por animales juveniles o subadultos al comienzo del verano, especialmente machos, que abandonan los territorios donde nacieron. ( 100 preguntas sobre el conejo de monte revista trofeo 2004)
El efecto del abandono de la agricultura tradicional.
El análisis de la distribución y abundancias históricas del conejo, indican que el conejo está relacionado negativamente con el abandono del campo. Es difícil encontrar una población de conejos en lugares donde ha habido abandono rural y, en el caso de encontrarla, su abundancia es baja. El abandono del campo está ligado a un determinado tipo de paisaje, desaparición de las zonas de cultivo y ocupación de todo el territorio por el matorral y arbolado, que favorece a las especies de caza mayor frente a las de caza menor y supone la rarefacción o incluso la desaparición local de la especie.
A través de estudios de dieta, se comprueba que el conejo selecciona las leguminosas y gramíneas, especialmente durante la época de reproducción, lo cual puede explicar la relación del conejo con los cultivos de secano.
El abandono de cultivos en áreas marginales, consecuencia del abandono del medio rural, ha originado la pérdida de cultivos y pastos y su posterior colonización por el matorral (salvo en el caso de la existencia de sobrepastoreo) creando medios muy cerrados sin recursos tróficos aptos para el conejo.
Por otro lado, la concentración parcelaria y la tendencia a los monocultivos derivada de las políticas agrarias comunitarias, ha eliminado pequeñas áreas de refugio, linde, setos, bosquetes, arroyos y la vegetación de ribera. En este caso, la ausencia de zonas de refugio impide la presencia de la especie.
En conjunto, existe una tendencia a la homogeneización del territorio y de los paisajes agrarios, bien sea forestal o bien sea agrícola, nada idóneos para la especie.
El hábitat óptimo del conejo de monte
La distribución de las densidades relativas del conejo, se explican en gran parte por las características del suelo y del clima. En las regiones frías de montaña, los conejos son muy escasos. Lo mismo ocurre en las zonas calizas: con suelos duros y pedregosos es difícil que los conejos sean abundantes.
El terreno óptimo para la especie serían aquellos con climas secos y calurosos en la época estival, con suelos blandos y que permita excavar madrigueras, situados a una altitud variable, pero menor de 1.000 metros sobre el nivel del mar. Precipitaciones otoñales, invernales y primaverales que permitan una elevada producción vegetal durante el periodo reproductor. Terrenos ondulados o llanos, atravesados por un arroyo, con una fracción de cabida cubierta del 25 al 50% de matorral y arbolado para refugio de los conejos, y el resto por pastizal, cultivos y suelo descubierto. Este paisaje favorece la presencia de ecotonos entre las diferentes estructuras del paisaje citadas, que optimizan el esfuerzo dedicado a la alimentación y minimizan el riesgo de ser predados, al ser cortos los recorridos entre los lugares de refugio y de alimentación. Los cultivos serían los propios de la agricultura tradicional extensiva de secano, con un cultivo de cereal a tres hojas. Puede haber ganado y especies de caza mayor siempre que no haya un sobrepastoreo.
La influencia de la agricultura extensiva en las poblaciones de conejo ha sido siempre muy favorable, con pequeñas parcelas de cultivo, la alternancia de diferentes cultivos, los ecotonos monte-cultivo. Esta estructura en mosaico es el hábitat idóneo de la especie.
Cambios en la alimentación
Los cambios cíclicos (de carácter estacional o secundarios a cambios en la misma densidad poblacional) de la cantidad y calidad del alimento al que están sometidas las poblaciones naturales, estabilizan su densidad media al disminuir la amplitud de sus oscilaciones, impidiendo que ésta aumente por encima de niveles críticos que agoten totalmente los recursos del medio y provoquen descensos periódicos y caóticos de los efectivos poblacionales. Este mecanismo de variación en la calidad y cantidad del alimento actúa disminuyendo periódicamente tanto la tasa reproductiva de la población como aumentando la mortalidad de los animales durante los períodos de escasez (Myers y Poole 1963b; Wallage-Drees y Michielsen 1988).
Migración
La migración debida a causas sociales también puede actuar como agente estabilizador de las poblaciones de conejos, dispersando a parte de los animales sobre amplias áreas y disminuyendo su impacto específico sobre los recursos del medio. De esta manera, se protegen las reservas de alimento que posteriormente disminuirán la incidencia de fuertes mortalidades por inanición. También la migración supone la eliminación del excedente de animales de una población, los cuales al desplazarse hacia hábitats menos favorables sucumben más fácilmente a la predación, enfermedades u otro tipo de factores de mortalidad (Myers y Poole 1963b).
Predación
La predación es uno de los motores que ha guiado la evolución del conejo silvestre a lo largo de su historia, constituyendo uno de los principales sino el más importante factor de mortalidad, por lo que toda la estrategia vital de este lagomorfo se halla encaminada a contrarrestar su impacto.
Tradicionalmente se ha considerado que la predación no regula las poblaciones de las especies presa, sino que sólo elimina a los animales excedentes. Sin embargo, trabajos realizados sobre poblaciones de conejo silvestre (Myers y Parker 1975; King y Wheeler
1985) ya sugirieron el importante papel regulador que la predación podría ejercer sobre las mismas, impidiendo que sus densidades alcanzasen niveles tales que llegasen a agotar los recursos del medio. Trabajos más recientes (Newsome y cols. 1989; Trout y Tittensor 1989), han evidenciado este hecho con mayor fuerza, mostrando una capacidad de regulación de tal magnitud que puede incluso mantener a bajas densidades poblaciones de conejos que han sido afectadas previamente por otros factores negativos, tales como sequías, fuertes nevadas o enfermedades, ralentizando su recuperación, lo que en ocasiones pudiera llevar a la rarefacción de la especie.
En general, el impacto de la predación sobre las poblaciones de conejos puede ser muy variable ya que presenta notables diferencias entre poblaciones y dentro de una misma población a lo largo de su historia, siendo determinada su magnitud por el número y densidad de las especies de predadores, y por el número y valor reproductivo de cada conejo consumido (Pech y cols. 1992; Villafuerte 1994).
Además, otros factores ajenos a los predadores pueden condicionar la importancia de la predación, como son: incidencia o no de enfermedades, una reducción en la calidad o cantidad del alimento, la cual produce cambios en la actividad de los conejos que facilita su predación (Gibb 1978; Cowan 1987b), o un aumento en la densidad poblacional que puede reducir ostensiblemente la razón entre el número de entradas de madriguera y el número de conejos (Parer 1977).
El conejo se encuentra presente en toda la Península Ibérica, pero son las comunidades situadas al sur de de la misma las que presentan una mayor abundancia de sus poblaciones.
Es una especie adaptable y de amplia distribución, pero existen una serie de factores tanto físicos como ecológicos que condicionan su presencia y especialmente la existencia de poblaciones abundantes o con densidades elevadas, es decir, los conejos no están repartidos al azar, ni regularmente, sino que existe un patrón espacial en su distribución, que está asociada a los habitas o paisajes preferidos por la especie. La diversidad existente en el medio natural condiciona la distribución del conejo, que en consecuencia es muy irregular, es frecuente que en algunas zonas haya elevadas densidades y en otras próximas su densidad sea muy pequeña o no exista.
Influencia de las variables ambientales sobre la abundancia de conejos.
De acuerdo con los diferentes estudios realizados sobre el hábitat del conejo, los factores del medio que influyen en la abundancia de las poblaciones de conejo son:
El clima
El clima influye en la abundancia del conejo, y dentro de las variables climáticas son dos, la temperatura y las precipitaciones, las que condicionan la abundancia de la especie. La relación de la temperatura y las precipitaciones con el conejo es una relación compleja.
En relación con la temperatura, se sabe que las mayores densidades de las poblaciones de conejo se alcanzan en las zonas más cálidas y especialmente donde las temperaturas estivales son elevadas, con una temperatura media del mes de agosto entorno a los 25º C, por tanto las zonas óptimas se encuentran en la mitad meridional de la Península Ibérica.
En relación con las precipitaciones, las densidades de las poblaciones de conejo disminuyen cuando aumentan las precipitaciones y de forma muy especial las precipitaciones estivales. Las precipitaciones estivales suponen un límite a la abundancia del conejo, parece que actúan sobre los conejos de forma indirecta, influyendo sobre aspectos ligados a la transmisión de sus enfermedades. Las densidades más elevadas de conejos se dan con precipitaciones medias anuales menores de 500 mm. y sequía estival.
Considerando ambas variables de forma conjunta, se puede establecer:
- - en las zonas en las que coinciden bajas temperaturas y altas precipitaciones, las densidades de conejos son mínimas.
- - con bajas temperaturas las densidades de conejos pueden ser altas si hay escasez de precipitaciones estivales, zonas frías y secas (clima continental).
- - en climas más calurosos y secos, la influencia de la precipitación parece que se invierte, con mayores precipitaciones (siempre que no sean estivales) las densidades de conejos son mayores que cuando las precipitaciones son menores. La ausencia de precipitaciones puede condicionar el crecimiento de la vegetación y la reproducción. Cuando aumenta la temperatura, el crecimiento de la vegetación será mayor, cuanto mayor sean las precipitaciones.
- - Con altas temperaturas y ausencia de precipitaciones, la aridez del medio puede constituir un factor limitante para los conejos, debido a la escasez de alimento que origina.
Altitud sobre el nivel del mar.
Como se ha manifestado la abundancia de conejo se ve limitada por el frío y las precipitaciones.
El descenso de las temperaturas con la altitud y la latitud supone que no encontremos generalmente poblaciones abundantes de conejo por encima de los 1.000m.
Presencia de agua
Presentan una clara preferencia por zonas que presenten cursos de agua en las proximidades, con distancias no superiores a los 500m.
Relieve
Las mayores abundancias de conejo se encuentran en terrenos con relieve ondulado y llano y las menores, en zonas escabrosas y en zonas con fuerte pendiente.
El suelo.
Puede haber conejos en cualquier tipo de suelo, pero los conejos son mucho más abundantes en lugares donde predominan los suelos poco cohesionados, fácilmente
excavables y que permite la construcción de madrigueras, pero que no se desmoronen con facilidad. Disminuyendo su abundancia a medida que los suelos son más compactos y más difícilmente excavables.
Su presencia es reducida en suelos pedregosos y es prácticamente nula en zonas rocosas, salvo que en estos casos existan recovecos entre las piedras, en donde pueda encontrar refugio. Una variante humana sería los majanos, montones de piedra procedentes del despedregado de los terrenos, muy frecuentes en terrenos calizos, en los cuales encuentran refugio los conejos.
El suelo es uno de los principales factores que limitan la abundancia de conejos. En general, en suelos graníticos en donde el suelo es favorable las poblaciones pueden alcanzar elevadas densidades, por el contrario en suelos de origen calizo las poblaciones se mantienen en densidades pequeñas.
Cubierta forestal, arbolado y matorral. Fracción de cabida cubierta.
La cubierta de matorral y arbolado está relacionada con las necesidades de refugio de la especie. La cubierta de árboles y matorral se estima mediante el porcentaje de suelo bajo cubierta, la fracción de cabida cubierta. Las mayores densidades de las poblaciones de conejo están relacionadas con una cierta fracción de cabida cubierta pero limitada a valores comprendidos entre el 25 y el 50%. Dentro de esta de fracción de cabida cubierta se encuentran las dehesas, hábitat donde se pueden encontrar elevadas densidades de conejo.
A partir de esos valores y a medida que aumenta la fracción de cabida cubierta disminuyen las densidades poblacionales, y sus valores menores se dan en los medios cerrados con valores de fracción de cabida cubierta muy elevados. Es evidente la ausencia del conejo en las grandes extensiones de pinar, o en las manchas cerradas del monte mediterráneo. En este caso, los escasos conejos presentes se concentran entorno a caminos, cortaderos, comederos de caza y otros claros.
Puede existir abundancia de conejos aunque no se alcance la referida fracción de cabida cubierta, siempre que un terreno adecuado permita la existencia de un gran número de madrigueras.
Cubierta de pastizal, de cultivos y suelos descubiertos
La presencia de cultivos y pastizales es necesaria para proporcionar alimento al conejo.
La abundancia de conejos está relacionada positivamente con la presencia de estos tres tipos de usos del suelo.
La presencia de los cultivos es conveniente para que se alcancen densidades muy elevadas de conejos, porque proporcionan alimentación en calidad y cantidad suficiente. La existencia de cultivos agrícolas extensivos a tres hojas, con parte del terreno ocupado por los cultivos anuales de cereal, parte por los barbechos y parte por el erial, cubre las necesidades de alimentación de los conejos, a lo largo del ciclo anual.
Otro factor a tener en cuenta es la distribución de pastizales o cultivos, las zonas de alimentación, con respecto al matorral que es la zona de refugio, el hecho de que ambas zonas se encuentran intercaladas, formando un mosaico de pequeñas parcelas, favorece la presencia y abundancia del conejo.
Presencia de ganado doméstico y especies de caza mayor
Existe competencia por el alimento de los ungulados domésticos y silvestres con el conejo. Los ungulados domésticos y silvestres son muy poco selectivos en su pastoreo y pueden consumir cantidades elevadas de pasto y reducen en una elevada proporción la biomasa herbácea, que en su ausencia quedaría disponible para los conejos.
Cuando existe sobrepastoreo, su efecto es reducir la capacidad de carga del medio para los conejos y poner un límite a su crecimiento.
El efecto del abandono de la agricultura tradicional.
El análisis de la distribución y abundancias históricas del conejo, indican que el conejo está relacionado negativamente con el abandono del campo. Es difícil encontrar una población de conejos en lugares donde ha habido abandono rural y, en el caso de encontrarla, su abundancia es baja. El abandono del campo está ligado a un determinado tipo de paisaje, desaparición de las zonas de cultivo y ocupación de todo el territorio por el matorral y arbolado, que favorece a las especies de caza mayor frente a las de caza menor y supone la rarefacción o incluso la desaparición local de la especie.
A través de estudios de dieta, se comprueba que el conejo selecciona las leguminosas y gramíneas, especialmente durante la época de reproducción, lo cual puede explicar la relación del conejo con los cultivos de secano.
El abandono de cultivos en áreas marginales, consecuencia del abandono del medio rural, ha originado la pérdida de cultivos y pastos y su posterior colonización por el matorral (salvo en el caso de la existencia de sobrepastoreo) creando medios muy cerrados sin recursos tróficos aptos para el conejo.
Por otro lado, la concentración parcelaria y la tendencia a los monocultivos derivada de las políticas agrarias comunitarias, ha eliminado pequeñas áreas de refugio, linde, setos, bosquetes, arroyos y la vegetación de ribera. En este caso, la ausencia de zonas de refugio impide la presencia de la especie.
En conjunto, existe una tendencia a la homogeneización del territorio y de los paisajes agrarios, bien sea forestal o bien sea agrícola, nada idóneos para la especie.
El hábitat óptimo del conejo de monte
La distribución de las densidades relativas del conejo, se explican en gran parte por las características del suelo y del clima. En las regiones frías de montaña, los conejos son muy escasos. Lo mismo ocurre en las zonas calizas: con suelos duros y pedregosos es difícil que los conejos sean abundantes.
El terreno óptimo para la especie serían aquellos con climas secos y calurosos en la época estival, con suelos blandos y que permita excavar madrigueras, situados a una altitud variable, pero menor de 1.000 metros sobre el nivel del mar. Precipitaciones otoñales, invernales y primaverales que permitan una elevada producción vegetal durante el periodo reproductor. Terrenos ondulados o llanos, atravesados por un arroyo, con una fracción de cabida cubierta del 25 al 50% de matorral y arbolado para refugio de los conejos, y el resto por pastizal, cultivos y suelo descubierto. Este paisaje favorece la presencia de ecotonos entre las diferentes estructuras del paisaje citadas, que optimizan el esfuerzo dedicado a la alimentación y minimizan el riesgo de ser predados, al ser cortos los recorridos entre los lugares de refugio y de alimentación. Los cultivos serían los propios de la agricultura tradicional extensiva de secano, con un cultivo de cereal a tres hojas. Puede haber ganado y especies de caza mayor siempre que no haya un sobrepastoreo.
La influencia de la agricultura extensiva en las poblaciones de conejo ha sido siempre muy favorable, con pequeñas parcelas de cultivo, la alternancia de diferentes cultivos, los ecotonos monte-cultivo. Esta estructura en mosaico es el hábitat idóneo de la especie
¿Qué distancia pueden recorrer durante su actividad normal?
El área de campeo varía considerablemente con el sexo, época, densidad poblacional y disponibilidad de alimento, oscilando entre las 0,05 y las 7 Ha. Las hembras suelen tener un área menor de campeo que los machos. Durante la época de reproducción el área de campeo es menor que durante el resto del año, expandiéndose cuando cesa la reproducción o cuando los recursos se van haciendo más escasos. El aumento de la densidad poblacional reduce el área de campeo de cada individuo y el territorio del grupo. Los conejos adultos raramente abandonan el territorio en el que han criado por primera vez, mientras que los principales desplazamientos son llevados a cabo por animales juveniles o subadultos al comienzo del verano, especialmente machos, que abandonan los territorios donde nacieron. ( 100 preguntas sobre el conejo de monte revista trofeo 2004)
El efecto del abandono de la agricultura tradicional.
El análisis de la distribución y abundancias históricas del conejo, indican que el conejo está relacionado negativamente con el abandono del campo. Es difícil encontrar una población de conejos en lugares donde ha habido abandono rural y, en el caso de encontrarla, su abundancia es baja. El abandono del campo está ligado a un determinado tipo de paisaje, desaparición de las zonas de cultivo y ocupación de todo el territorio por el matorral y arbolado, que favorece a las especies de caza mayor frente a las de caza menor y supone la rarefacción o incluso la desaparición local de la especie.
A través de estudios de dieta, se comprueba que el conejo selecciona las leguminosas y gramíneas, especialmente durante la época de reproducción, lo cual puede explicar la relación del conejo con los cultivos de secano.
El abandono de cultivos en áreas marginales, consecuencia del abandono del medio rural, ha originado la pérdida de cultivos y pastos y su posterior colonización por el matorral (salvo en el caso de la existencia de sobrepastoreo) creando medios muy cerrados sin recursos tróficos aptos para el conejo.
Por otro lado, la concentración parcelaria y la tendencia a los monocultivos derivada de las políticas agrarias comunitarias, ha eliminado pequeñas áreas de refugio, linde, setos, bosquetes, arroyos y la vegetación de ribera. En este caso, la ausencia de zonas de refugio impide la presencia de la especie.
En conjunto, existe una tendencia a la homogeneización del territorio y de los paisajes agrarios, bien sea forestal o bien sea agrícola, nada idóneos para la especie.
El hábitat óptimo del conejo de monte
La distribución de las densidades relativas del conejo, se explican en gran parte por las características del suelo y del clima. En las regiones frías de montaña, los conejos son muy escasos. Lo mismo ocurre en las zonas calizas: con suelos duros y pedregosos es difícil que los conejos sean abundantes.
El terreno óptimo para la especie serían aquellos con climas secos y calurosos en la época estival, con suelos blandos y que permita excavar madrigueras, situados a una altitud variable, pero menor de 1.000 metros sobre el nivel del mar. Precipitaciones otoñales, invernales y primaverales que permitan una elevada producción vegetal durante el periodo reproductor. Terrenos ondulados o llanos, atravesados por un arroyo, con una fracción de cabida cubierta del 25 al 50% de matorral y arbolado para refugio de los conejos, y el resto por pastizal, cultivos y suelo descubierto. Este paisaje favorece la presencia de ecotonos entre las diferentes estructuras del paisaje citadas, que optimizan el esfuerzo dedicado a la alimentación y minimizan el riesgo de ser predados, al ser cortos los recorridos entre los lugares de refugio y de alimentación. Los cultivos serían los propios de la agricultura tradicional extensiva de secano, con un cultivo de cereal a tres hojas. Puede haber ganado y especies de caza mayor siempre que no haya un sobrepastoreo.
La influencia de la agricultura extensiva en las poblaciones de conejo ha sido siempre muy favorable, con pequeñas parcelas de cultivo, la alternancia de diferentes cultivos, los ecotonos monte-cultivo. Esta estructura en mosaico es el hábitat idóneo de la especie.
Cambios en la alimentación
Los cambios cíclicos (de carácter estacional o secundarios a cambios en la misma densidad poblacional) de la cantidad y calidad del alimento al que están sometidas las poblaciones naturales, estabilizan su densidad media al disminuir la amplitud de sus oscilaciones, impidiendo que ésta aumente por encima de niveles críticos que agoten totalmente los recursos del medio y provoquen descensos periódicos y caóticos de los efectivos poblacionales. Este mecanismo de variación en la calidad y cantidad del alimento actúa disminuyendo periódicamente tanto la tasa reproductiva de la población como aumentando la mortalidad de los animales durante los períodos de escasez (Myers y Poole 1963b; Wallage-Drees y Michielsen 1988).
Migración
La migración debida a causas sociales también puede actuar como agente estabilizador de las poblaciones de conejos, dispersando a parte de los animales sobre amplias áreas y disminuyendo su impacto específico sobre los recursos del medio. De esta manera, se protegen las reservas de alimento que posteriormente disminuirán la incidencia de fuertes mortalidades por inanición. También la migración supone la eliminación del excedente de animales de una población, los cuales al desplazarse hacia hábitats menos favorables sucumben más fácilmente a la predación, enfermedades u otro tipo de factores de mortalidad (Myers y Poole 1963b).
Predación
La predación es uno de los motores que ha guiado la evolución del conejo silvestre a lo largo de su historia, constituyendo uno de los principales sino el más importante factor de mortalidad, por lo que toda la estrategia vital de este lagomorfo se halla encaminada a contrarrestar su impacto.
Tradicionalmente se ha considerado que la predación no regula las poblaciones de las especies presa, sino que sólo elimina a los animales excedentes. Sin embargo, trabajos realizados sobre poblaciones de conejo silvestre (Myers y Parker 1975; King y Wheeler
1985) ya sugirieron el importante papel regulador que la predación podría ejercer sobre las mismas, impidiendo que sus densidades alcanzasen niveles tales que llegasen a agotar los recursos del medio. Trabajos más recientes (Newsome y cols. 1989; Trout y Tittensor 1989), han evidenciado este hecho con mayor fuerza, mostrando una capacidad de regulación de tal magnitud que puede incluso mantener a bajas densidades poblaciones de conejos que han sido afectadas previamente por otros factores negativos, tales como sequías, fuertes nevadas o enfermedades, ralentizando su recuperación, lo que en ocasiones pudiera llevar a la rarefacción de la especie.
En general, el impacto de la predación sobre las poblaciones de conejos puede ser muy variable ya que presenta notables diferencias entre poblaciones y dentro de una misma población a lo largo de su historia, siendo determinada su magnitud por el número y densidad de las especies de predadores, y por el número y valor reproductivo de cada conejo consumido (Pech y cols. 1992; Villafuerte 1994).
Además, otros factores ajenos a los predadores pueden condicionar la importancia de la predación, como son: incidencia o no de enfermedades, una reducción en la calidad o cantidad del alimento, la cual produce cambios en la actividad de los conejos que facilita su predación (Gibb 1978; Cowan 1987b), o un aumento en la densidad poblacional que puede reducir ostensiblemente la razón entre el número de entradas de madriguera y el número de conejos (Parer 1977).
REPRODUCCION
El conejo vive formando grupos familiares cuya función principal es la reproducción y la cooperación en la vigilancia frente a los predadores. En estos grupos los individuos comparten una o varias madrigueras contiguas. El tamaño de grupo varía en función de la densidad poblacional, del tamaño de la madriguera y de la época del año. En poblaciones muy poco densas suele predominar la monogamia, observándose preferentemente parejas de reproductores, mientras que en poblaciones densas el grupo social que comparte una misma madriguera suele ser más numeroso y con la razón de sexos favorable a las hembras.
La reproducción de esta especie es netamente oportunista, tiene lugar siempre que el medio reúna las condiciones adecuadas, por lo que tanto el inicio, su duración y la intensidad de la temporada de cría sufren importantes variaciones de un año a otro.
Las hembras son capaces de reproducirse a partir de los 4 meses de edad y pueden ser receptivas durante todo el año. La gestación dura entorno a los 30 días. En esta especie las hembras pueden quedarse gestantes de nuevo durante la primera semana posterior al parto, simultaneando la lactación de la primera camada y la gestación de la segunda. Si las condiciones del medio son favorables y el estado de la hembra es satisfactorio, son capaces de traer al mundo una camada de gazapos cada mes durante el período de reproducción.
El tamaño medio de camada oscila entre 3 y 6 gazapos por hembra, el tamaño medio de camada en poblaciones de conejo en el suroeste de la Península Ibérica, es de 3,5 gazapos por camada, pudiendo producirse 3 camadas por año por término medio, si bien varía notablemente entre poblaciones en función de las condiciones del medio y de componentes genéticos. Pocos días antes del parto la hembra construye y prepara varias cámaras de cría, bien el en interior de la madriguera bien en el exterior (gazaperas). Una vez elegida la cámara en la cual parirá cubre su interior con hierba y pelo que ella misma se arranca del vientre. Los gazapos cuando nacen son ciegos y no tienen pelo.
Una vez nacidos, los gazapos permanecerán encerrados en el interior de la cámara de cría, siendo amamantados una o dos veces diarias por la hembra durante los primeros 19-21 días, momento en el que son destetados y emergen al exterior.
Especie claramente oportunista desde el punto de vista reproductor, sus ciclos reproductivos están vinculados al desarrollo y estado de la vegetación herbácea y en consecuencia depende de las características climáticas de cada año.
La población de conejos se divide en tres clases de edad:
Al encontrarnos en un entorno mediterráneo, la característica principal del clima es la irregularidad climática, intra e interanual, con alternancia de estaciones de una destacable sequía y otras más lluviosas, y de años lluviosos con otros secos. En consecuencia la reproducción de la especie varía notablemente dentro del ciclo anual y a lo largo de los años.
Entre los machos de un grupo familiar existe una jerarquía, según la cual, la dominancia de un macho determina su prioridad para cubrir a las hembras receptivas. Entre las hembras, la jerarquía se establece por la posesión y utilización de la madriguera durante
la reproducción y la defensa de sus crías. El conjunto de hembras son el núcleo del grupo familiar y dan cohesión al mismo. La formación de nuevos grupos familiares para
la reproducción se realiza con la separación de algunas hembras de su clan inicial, su establecimiento en una nueva madriguera y la adhesión al grupo de machos procedentes de otros grupos.
La reproducción de esta especie es netamente oportunista, tiene lugar siempre que el medio reúna las condiciones adecuadas, por lo que tanto el inicio, su duración y la intensidad de la temporada de cría sufren importantes variaciones de un año a otro.
En los machos la actividad reproductora está regulada por factores climáticos (temperaturas extremas disminuyen su fecundidad) y el foto período. En las hembras el principal factor para iniciar la reproducción es la disposición de vegetales en crecimiento. Después de un período seco las primeras concepciones tienen lugar después de las primeras lluvias y el inicio del crecimiento vegetal, pero es necesario que éste se prolongue en el tiempo para que las conejas puedan llevar a cabo la gestación y la lactación de sus crías. En caso de que las condiciones ambientales se tornen adversas es frecuente la reabsorción de los embriones durante los primeros estadios de gestación en el interior del útero.
Las hembras son capaces de reproducirse a partir de los 4 meses de edad y pueden ser receptivas durante todo el año. La gestación dura entorno a los 30 días. En esta especie las hembras pueden quedarse gestantes de nuevo durante la primera semana posterior al parto, simultaneando la lactación de la primera camada y la gestación de la segunda. Si las condiciones del medio son favorables y el estado de la hembra es satisfactorio, son capaces de traer al mundo una camada de gazapos cada mes durante el período de reproducción.
El tamaño medio de camada oscila entre 3 y 6 gazapos por hembra, el tamaño medio de camada en poblaciones de conejo en el suroeste de la Península Ibérica, es de 3,5 gazapos por camada, pudiendo producirse 3 camadas por año por término medio, si bien varía notablemente entre poblaciones en función de las condiciones del medio y de componentes genéticos. Pocos días antes del parto la hembra construye y prepara varias cámaras de cría, bien el en interior de la madriguera bien en el exterior (gazaperas). Una vez elegida la cámara en la cual parirá cubre su interior con hierba y pelo que ella misma se arranca del vientre. Los gazapos cuando nacen son ciegos y no tienen pelo.
Una vez nacidos, los gazapos permanecerán encerrados en el interior de la cámara de cría, siendo amamantados una o dos veces diarias por la hembra durante los primeros 19-21 días, momento en el que son destetados y emergen al exterior.
Especie claramente oportunista desde el punto de vista reproductor, sus ciclos reproductivos están vinculados al desarrollo y estado de la vegetación herbácea y en consecuencia depende de las características climáticas de cada año.
La población de conejos se divide en tres clases de edad:
- - gazapo: ejemplar hasta un mes de edad.
- - juvenil: ejemplar entre 1 y 4 meses.
- -adulto: ejemplar de más de 4 meses de edad y que constituyen la población reproductora.
Al encontrarnos en un entorno mediterráneo, la característica principal del clima es la irregularidad climática, intra e interanual, con alternancia de estaciones de una destacable sequía y otras más lluviosas, y de años lluviosos con otros secos. En consecuencia la reproducción de la especie varía notablemente dentro del ciclo anual y a lo largo de los años.
ENFERMEDADES
Mixomatosis
Es una enfermedad causada por un virus originario del continente americano donde afecta de forma leve a los conejos americanos del género Sylvilagus, pero que origina una enfermedad grave en los conejos del género Oryctolagus. Este virus fue introducido en España, procedente de Francia, causando la muerte de cerca del 90% de los conejos silvestres. A lo largo de los años el virus de la mixomatosis ha ido mutando y produciendo otras cepas de diferente patogenicidad, a la vez que los conejos han adquirido cierta resistencia, de tal manera que en la actualidad las cepas existentes producen una mortalidad menor entre los conejos silvestres.
El virus de la mixomatosis se transmite principalmente a través de artrópodos chupadores de sangre, pulgas y mosquitos, que actúan como vectores o transmisores del
virus desde un conejo enfermo a uno sano. Las lesiones producidas por la enfermedad son muy características, con la existencia de mixomas o abultamientos de la piel, zonas donde se replica el virus y suelen coincidir con el lugar donde el artrópodo picó al conejo y le inoculó el virus, en orejas, cabeza, hocico, mentón, párpados, espalda y en menor medida extremidades. También son características la inflamación y edema de los párpados, cabeza y genitales. Los animales tienen dificultades para ver y comer, se debilitan, y suelen morir a consecuencia de otras enfermedades secundarias como consecuencia de la depresión de su sistema inmunológico, de inanición, fácilmente predados, o por accidente (atropellos). En conejos sin resistencia, el virus puede provocar su muerte entre los 9 y los 35 días después de la infección, según la virulencia de la cepa.
La dinámica de la enfermedad en el campo está determinada por la cantidad de artrópodos vectores y por la existencia de conejos jóvenes que son susceptibles a la infección. En la práctica la casi totalidad de los conejos adultos son resistentes a la mixomatosis porque ya la superaron cuando eran jóvenes, presentando títulos elevados de anticuerpos. La enfermedad se encuentra presente en las áreas de presencia del conejo durante todo el ciclo anual, pero es más frecuente durante el verano. La mortalidad directa o indirecta originada por esta enfermedad puede alcanzar el 35% de los juveniles de la especie.
Enfermedad hemorrágica vírica del conejo (EHV)
Es una enfermedad vírica producida por un calicivirus. Fue descrita por primera vez en 1984 en China, en 1988 en España. En los años 1989-1990 afectó a las poblaciones de Castilla-La Mancha. Al parecer el virus causante de la enfermedad se originó a partir de la mutación de un virus no patógeno ya existente en los conejos. La enfermedad es en realidad una hepatitis vírica, y como tal afecta a todas las funciones propias de este órgano, incluida la de la coagulación de la sangre, por lo que una de las lesiones más llamativa es la congestión y la existencia de hemorragias en los órganos de los conejos muertos por esta enfermedad, de ahí el adjetivo de hemorrágica. El virus se transmite
por vía directa, a través del aire, por contacto de conejo a conejo, o bien a través de excrementos y otras secreciones, objetos contaminados, y por artrópodos como las moscas, que pueden actuar como simples transportadores del virus desde un cadáver a un conejo sano.
El curso de la enfermedad es muy rápido y los animales pueden morir en pocas horas, el periodo de incubación del virus es de 24-48 horas y el conejo muere entre las 6 y 24 horas de la aparición de la fiebre, por lo que externamente no muestran síntoma de ninguna enfermedad y su estado físico es bueno. La salida de líquido sanguinolento por hocico o con la orina se observa en un bajo porcentaje de los conejos muertos. Las lesiones internas son muy aparentes (hemorragias y congestión en pulmones, hígado y tráquea), especialmente en conejos adultos, pero pueden pasar inadvertidas en conejos juveniles. La enfermedad cursa con una elevada mortalidad que ronda el 90% de los conejos infectados, tanto entre conejos adultos como subadultos y juveniles.
Únicamente los conejos con edades menores a las 6-8 semanas muestran resistencia a la enfermedad, de tal manera que pueden ser infectados por el virus, pero sin morir o sufriendo una mortalidad muy baja, y adquiriendo resistencia frente a posteriores infecciones del virus. Parece ser que los juveniles nacidos de madres inmunes pueden estar protegidos temporalmente por anticuerpos procedentes de la madre.
En las poblaciones con alta densidad de conejos, el virus se transmite fácilmente y los conejos quedan inmunizados a edades tempranas, cuando la enfermedad no les afecta tanto. En las poblaciones de baja densidad de individuos, los virus no se transmiten de forma eficaz por lo que el impacto de la enfermedad también es bajo. El mayor impacto lo sufren las poblaciones aisladas cuando aparece la enfermedad y las poblaciones con una densidad media, en las que el virus se puede transmitir entre individuos, pero se contagian a edades más avanzadas, siendo la enfermedad más letal.
El curso de la enfermedad en el campo es muy variable de una zona a otra. Los brotes de enfermedad suelen estar asociados a la reproducción de la especie, ya que el reclutamiento de nuevos conejos susceptibles al virus facilita su transmisión entre la población, por lo que la EHV es más frecuente en invierno y a principio de la primavera.
En consecuencia la enfermedad varía anualmente, dependiendo de la densidad poblacional y de la intensidad de la reproducción y de la cantidad de conejos susceptibles que haya. Los brotes de enfermedad pueden tener lugar a lo largo de todo el año y con diferente intensidad.
Consecuencias de la aparición de ambas enfermedades.
Ambas enfermedades son endémicas en los conejos de la Península Ibérica y originan las siguientes consecuencias:
- La mixomatosis y la EHV controlan de forma natural las poblaciones de conejo manteniéndolas con bajos niveles de abundancia. Es claro este efecto, si tenemos en cuenta la mortalidad que producen las enfermedades en las poblaciones de conejo. Además puede producirse un efecto sinérgico entre ambas, de tal forma que una enfermedad mate a los individuos que presenten inmunidad frente a la otra.
- La mixomatosis y la EHV produjeron, en su primera entrada en las poblaciones de conejo, grandes mortalidades (de un 99% en el caso de la mixomatosis, y entre el 50 y el 90% en el caso de la EHV), reduciendo las abundancias de forma drástica.
- En el caso de la mixomatosis, sus efectos fueron superados por muchas poblaciones debido a la coevolución entre el virus y el conejo, y la existencia de cierta resistencia genética del conejo. Parece que el efecto de la EHV también disminuye con el tiempo.
- No se ha detectado una pérdida de variabilidad genética en las poblaciones de conejo tras la entrada de la EHV, lo cual podría indicar que todas las variedades genéticas de conejo son susceptibles por igual a la enfermedad.
- A pesar de ello, existen autores que consideran que la diferente recuperación de las poblaciones tras la EHV puede estar debida a las diferentes características genéticas de las poblaciones de conejo. En este sentido, las dos subespecies de conejo pueden tener distintas susceptibilidades a la EHV, siendo más notable la recuperación de la subespecie O. c. cuniculus, que la de la otra subespecie O. c. algirus. En la zona de contacto entre ambas subespecies, donde se producen casos de hibridación de ambas subespecies, puede que las poblaciones hayan sufrido un menor efecto de la EHV.
- En general se señalan unas mortalidades de entre el 5 y el 20 % de la población, llegando en algunos casos hasta el 60% de los individuos susceptibles de ser infectados a causa de la mixomatosis. Las mortalidades estimadas actualmente para la EHV son de entre el 15 y el 20% de los adultos y el 50% de los juveniles.
- Estas mortalidades son variables en función de la densidad poblacional y de la proporción de conejos susceptibles de cada población.
- Al estar ambas enfermedades presentes en las poblaciones de conejo, las estimaciones observadas en la mortalidad juvenil producida por cada una de ellas se confunden, lo que implica una gran dificultad diferenciar el impacto de ambas enfermedades. Esto no ocurre para el caso de los adultos, ya que la mayoría son resistentes a mixomatosis y el impacto de la EHV es más fácil de estimar.
- Tanto la presencia actual del conejo como la abundancia de sus poblaciones, están relacionadas con su capacidad de recuperación ante la mixomatosis y la EHV.
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